Los agujeros, los lugares y los desiertos (Carola Minguet, Religión Confidencial)
Noticia publicada el
martes, 30 de septiembre de 2025
El Ministerio de Sanidad quiere aprobar la gratuidad de los preservativos para los jóvenes con edades comprendidas entre los 14 y 22 años antes de que comience 2026, pues hay que enseñar a las nuevas generaciones que la “salud sexual es algo positivo, seguro y saludable”, ha declarado su titular, Mónica García, en un desayuno organizado por Europa Press.
Durante el encuentro, la ministra también ha asegurado que se está ultimando el informe de seguimiento y cumplimiento de la normativa sobre el aborto en las comunidades autónomas para conocer los "agujeros, los lugares y los desiertos donde esta ley nos está llevando". Por ejemplo, ha reparado que, en Madrid, en la última década, ha habido 162.000 abortos, de los cuales “sólo” 177 se han realizado en hospitales públicos, de modo que cabe garantizar y velar en la salud pública por “un derecho conquistado desde hace muchos años por las mujeres”.
La primera medida invita a entrar en la necesidad de una educación afectiva que haga aspirar a los jóvenes a amar y ser amados; de hecho, quitarles esta meta del horizonte es una forma de castrarlos, por muchas relaciones sexuales que mantengan, en la medida en que se los aboca a una vida estéril. La segunda decisión pide detenerse en el triple proceso intelectual, legal y social por el que se ha llegado a considerar el aborto del modo descarnado como lo hace la ministra. El problema es que abordar ambas cuestiones cuando no se habla el mismo idioma es muy difícil, por no decir imposible. Ahora bien, observar si estas iniciativas ayudan a la salud pública, como pretende la ministra, quizás sí pueda abrir el diálogo.
Desde este planteamiento, es cierto que corresponde al Ministerio de Sanidad la planificación y asistencia sanitaria y el ejercicio de las competencias de la Administración General del Estado para asegurar la protección de la salud, y eso incluye formación en ciertos aspectos relacionados con la salud sexual. Ahora bien, lo que proponen no es educar en la salud. Ante la circunstancia de los jóvenes van a mantener relaciones sexuales desde los 14 años se les anima a usar preservativo, pero ¿no sería mejor ayudarles a reconocer que la relación sexual es una relación interpersonal e íntima, vinculada al amor, y que ha de darse en un contexto adecuado, es decir, cuando ha habido un crecimiento y una madurez en la relación amorosa?
No se trata de un planteamiento confesional, como pueden interpretar algunos, sino de antropología de andar por casa. Educar a un joven implica enseñarle a manejarse con la experiencia del placer (además, desde la infancia, pues un niño aprende pronto a reconocerlo). Al estar vinculada al placer, la sexualidad no es fácil de gestionar pero, si se desliga del amor, directamente es un meteorito que puede provocar distintos impactos: un embarazo no deseado y una enfermedad de transmisión sexual, como previenen desde Sanidad, sí; pero también está el riesgo de que surjan adicciones, abusos, violencia.
Por ello, que la respuesta de un ministerio que se supone está preocupado por la salud sexual de los ciudadanos sea repartir gomas gratis a los chavales es de una pobreza decepcionante. Se espera más de un Gobierno desarrollado, la verdad. Además, una buena educación en la salud, en general, contempla la perspectiva del tiempo, no se dedica a momentos puntuales. Repartir un condón es pensar sólo en el instante. Convendría abrir la óptica, pues la perspectiva es muy raquítica.
Respecto al segundo punto, es claro, manifiesto, patente, que el sistema de salud estatal tiene la encomienda de atender a los enfermos y procurar que se curen, no de garantizar que se pueda matar a los niños en el vientre de su madre. Si se promueve esto, hay una perversión funcional.
Pero hay otra cuestión. El aborto voluntario es el homicidio de un ser humano en su etapa más indefensa, de modo que entenderlo como un “derecho conquistado” es una distorsión de la realidad y, por lo tanto, un trastorno. Muchas personas, por confusión, desconocimiento, por una razón atrofiada o una conciencia maltrecha, tienen este desorden, aunque sean inteligentes y formadas. Pero si quienes gobiernan legislan desde esta disfunción, es inevitable que se contagie a muchos gobernados. Esta rueda sí nos aboca a lo que apunta la ministra: a un agujero negro, a un lugar tiránico. A un desierto.