El apagón y lo que se ha quedado por el camino (Carola Minguet, Religión Confidencial)
Noticia publicada el
martes, 6 de mayo de 2025
Mucha gente se dedica estos días, como es natural, a buscar responsables del apagón que sufrió la Península hace una semana -el mayor del continente en las dos últimas décadas- por el que muchas personas han sufrido problemas de distinta índole. No está claro si la cifra de fallecidos asciende a diez, pero uno ya habría sido algo gravísimo. Con todo, hay que andar con cuidado porque ahora todo el mundo pontifica; como señaló Azaña, “si los españoles habláramos sólo y exclusivamente de lo que sabemos, se produciría un gran silencio que nos permitiría pensar”.
Algunas voces señalan que la responsabilidad corresponde a una política energética discutible al estar excesivamente inclinada hacia las renovables pues, aunque hay una voluntad común de invertir en su desarrollo, la nuclear sigue siendo imprescindible por ahora para dotar de estabilidad a la red. Parece ser también que de esto se avisó hace meses y que detrás hay un cúmulo de errores en los que están implicados tanto profesionales como políticos, aunque algunos tiran balones fuera (el presidente Sánchez se lava las manos al señalar a los operadores privados, cuando el marco donde se mueven las eléctricas en España lo dibuja el Gobierno). Sin embargo, no se ha dado una explicación aún al apagón y quizás esta versión no sea exacta. Conviene, por tanto, esperar.
Por otro lado, ha habido lecturas más allá de la casuística, como las que enlazan lo vivido con la vulnerabilidad humana que distintos acontecimientos recientes han puesto de manifiesto, aunque creo que resulta arriesgado encadenar, por su distinta magnitud, el apagón con el colapso emocional del covid y la consternación de la dana. También algunos han lamentado la opacidad de los gobernantes con relación al colapso energético que incluso ha reconocido el CIS. Ciertamente, si no hay luz, posibilidad de comunicarse o de recibir asistencia médica, la pregunta antes que técnica es política. En situaciones de incertidumbre, la ciudadanía necesita información y confianza en sus dirigentes.
No obstante, este episodio invita también a una reflexión sencilla: hay que hacer las cosas bien. O, dicho de otro modo, no hay que hacer las cosas mal, esto es, por ideología (que es un sistema cerrado de ideas), por modas o por un lucro desmedido. Está por ver, insisto, si se ha tirado de arrebatos partidistas o especulativos para afrontar nuestro modelo energético, pero no resultaría extraño politizar la energía, pues se hace lo mismo con la educación, la sanidad o la investigación, pese a ser estúpido o insensato.
Debería igualmente ayudarnos a reconocer que se debe gestionar y trabajar con los demás modestamente, humildemente, realistamente. Esto es, escuchar a los expertos cuando hay que escucharlos, y no a los políticos cuando no hay que escucharlos. O escucharlos a todos, pero apoyarse en los análisis de quienes saben (además, sin entorpecer su trabajo) y no en decisiones interesadas.
Esto no significa que debamos dejar que otros piensen por nosotros o desinteresarse por lo que nos incumbe, pues el desconocimiento puede inducir a la desafección o a la indolencia. De hecho, el apagón también da que pensar sobre ello. Ha revelado que somos totalmente dependientes de la electricidad, pero también que nos esforzamos poco por comprender la realidad en la que vivimos, incluso en sus aspectos más prosaicos. En las sociedades de antaño, se sabía de dónde venía la carne, la leche, el agua y cómo encender el fuego. Y había un esfuerzo comunitario para proveerse de lo necesario. En las actuales, se apaga la luz, todo se desmorona y nos quedamos aislados. Algo se ha quedado por el camino. Habría que ver qué.