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Ante la hambruna de Gaza cabe no escribir y escribir (Carola Minguet, Religión Confidencial)

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Ante la hambruna de Gaza cabe no escribir y escribir (Carola Minguet, Religión Confidencial)

Es complicado plantear una columna sobre la tragedia humanitaria que vive Gaza, y no porque cueste formarse una opinión, pues resulta sencillo: lo que está ocurriendo es tremebundo, inadmisible, injustificable. Si bien no basta con atender a este último episodio y cabe remontarse para tratar de entender el conflicto entre Israel y Palestina, no hace falta ser un experto en historia o geopolítica para clamar contra la magnitud del sufrimiento que golpea a su población. Es verdad que todas las guerras entrañan daños colaterales, pero no puede haber ensañamiento con los inocentes. Una cosa es que los civiles estén expuestos a la violencia y la muerte por causa de un conflicto armado, pero otra bien distinta es aplastarlos con el hambre.

Precisamente porque esta indignación está extendida, es compartida y la han manifestado actores de distinta índole, la dificultad radica en aportar algo. La denuncia hay que hacerla, pero ya está hecha. Lanzar reflexiones sobre los efectos devastadores de una cultura en decadencia, acerca de lo absurda que resulta la política actual o reparar en las trampas que se gastan las ideologías, aunque no descubra la pólvora, puede ayudar a pensar a quien no se lo había planteado. En este caso, ningún lector en su sano juicio estará de acuerdo con una situación dramática. No creo que quede alguien que no haya temblado ante las imágenes de un niño a punto de exhalar su último aliento.

Por lo tanto, quizás no hace falta escribir lo obvio: la noche es negra; qué negra es la noche. O quizás sí esté justificada la redundancia para no rendirse al sensacionalismo: noticias que impactan hasta las lágrimas hoy… de las que nos olvidamos mañana. ¿Cuánto tardarán esas personas en rehacer sus vidas luego de que la guerra acabe? En Occidente estaremos en nuestros asuntos, pero habrá pequeños que no hayan conocido otra cosa que el hambre, la falta de educación y la pérdida de sus familiares. Pero hay otra razón. Miguel Delibes señaló que el periodismo es un borrador de la literatura, y que la literatura es el periodismo sin el apremio del cierre. Su afán desde ambos oficios era comunicarse (en el sentido más ancho y largo de la comunicación) con otro y consigo mismo. Vaya, que empleaba su pluma no sólo para informar, opinar, describir, crear… sino también para desahogarse, con sobriedad, al margen de capillas literarias y mediáticas. Bienvenido sea este noble ejercicio, que va más allá de la libertad de información, de expresión... y del presente.

Por lo tanto, ante la hambruna de Gaza cabe no escribir y cabe escribir. Y, si se opta por lo segundo, también se puede intentar plantear caminos cuando están todos dinamitados, aunque esto no sólo es complejo, sino verdaderamente arriesgado, lo mires por donde lo mires.

Si lo encaras desde un nivel inmediato y lógico resulta temerario porque parece simple. Es lo que ocurre cuando se exige a quienes manejan los hilos de poder e influencia que trabajen por el cese inmediato de la guerra y, mientras tanto, refuercen los corredores humanitarios. Sin embargo, es un argumento elemental en el sentido de fundamental. Que haya guerra no quiere decir que no se respeten una serie de mínimos. Existen niveles de crueldad en medio de la devastación y la destrucción (dicen que han aumentado los suicidios entre los soldados israelíes; si es así, imagino que se debe a estos niveles desnivelados). Netanyahu puede perseguir a los terroristas, pero sólo a los terroristas (en verdad, debería estar siendo juzgado por un tribunal internacional). ¿Es un camino agitar la denuncia? Al menos, el de presionar a los políticos, y, de paso, recordarles que no somos estúpidos.

No obstante, si apuntas a otro nivel, además de básica o simplona, la opinión puede juzgarse como un despropósito o fruto de una locura transitoria. Es el riesgo que se corre al afirmar no sólo que el mundo está mal, sino, sencillamente, que el mal existe en el mundo desde Adán y Eva. Tanto es así, que ha hecho falta que Dios se haga hombre para mostrar cómo hacerle frente: no respondiendo al mal con el mal. Ahora bien, a ver quién traslada esto a los gobernantes de una nación enfrascados en el ojo por ojo, diente por diente (nunca mejor dicho) o a los terroristas que la han atacado y a quienes les apoyan, también entre el pueblo palestino, pues hay quienes no se rebelan contra Hamás. La sombra es muy larga.

Quizás es inútil presentar este camino; de hecho, si se acatase, el panorama sería otro, pues el mal se difunde, pero el bien se expande más que el mal, lo que pasa es que tiene menos prensa. O quizás vale la pena anunciarlo, confiando en un misterio que se nos escapa y supera.

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