Dario E. Viganò: “El cine debe denunciar, pero, al mismo tiempo, elevar la mirada a la esperanza”

V Congreso de Filosofía y Cine

Dario E. Viganò: “El cine debe denunciar, pero, al mismo tiempo, elevar la mirada a la esperanza”

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Dario E. Viganò: “El cine debe denunciar, pero, al mismo tiempo, elevar la mirada a la esperanza”

Dario Edoardo Viganò (Rio de Janeiro, 1962) sacerdote católico, profesor universitario y escritor, es experto en comunicación, además de un apasionado y estudioso del séptimo arte, al que dedicó su doctorado y sobre el que ha hecho múltiples publicaciones académicas. 

Viganó ha participado en el V Congreso de Filosofía y Cine de la Universidad Católica de Valencia con una conferencia en la que ha puesto de relieve al valor documental y transformador del celuloide, capaz de plasmar en imágenes las cuestiones fundamentales de la vida, de interpelar al corazón del hombre. Y es que, como señala en la siguiente entrevista, “una película toma la mirada del espectador y la lleva a los repliegues de la realidad que a veces no llega a captar”.

Francisco reveló su pasión por el cine neorrealista italiano en la entrevista que sirve como prólogo a su libro La mirada: puerta del corazón. Sus páginas, además, constituyen un nítido testimonio de las ocasiones en las que el santo padre ha hecho referencia a alguna película en sus homilías y discursos. ¿Cómo es la relación del papa con el cine? 

El papa, una vez fue elegido, empezó a visitar las parroquias de Roma, sobre todo las de la periferia, tal y como hacía como arzobispo en Buenos Aires. En los encuentros citaba algunas películas neorrealistas italianas para subrayar que de ellas ha aprendido el sufrimiento de la guerra y del tiempo posterior a la guerra. Una de las cosas que suele decir Francisco es que el cine traspasa las barreras lingüísticas y culturales, es decir, subraya su influencia universal.  

Bergoglio ha reconocido en distintas ocasiones que ver es una acción que se lleva a cabo sólo con los ojos, pero que para mirar es necesario también el corazón. Y las películas neorrealistas hacen esto: presentar la realidad con toda su crudeza, a través de una mirada que compromete, que conmueve.  ¿Cómo lo consiguen?

La escuela del cine neorrealista nace en un momento específico, se desarrolla en un periodo muy breve y con unas características concretas, como son, por ejemplo, recurrir a actores no profesionales y rodar en exteriores, en las calles, no en estudios. Y lo que busca es mostrar todas las señales de la guerra. De hecho, la crítica católica ligada a la democracia cristiana en aquel momento no la apoyó, pues no querían dar la imagen de un país destruido. Sin embargo, como dice el papa, el cine neorrealista va más allá, pues trata de mostrar el sufrimiento de los hombres y de las mujeres. 

Ejemplo de ello es una película que cita a menudo el papa, Los niños nos miran, rodada por Vittorio De Sica en 1944. ¿Cómo nos propone mirar la realidad este cineasta? 

Con esperanza. Además de las señales de la guerra, De Sica da una mirada de esperanza. Al igual que en El ladrón de bicicletas o en Umberto D, presenta el sufrimiento de la familia que se ha quedado sin trabajo y no sabe cómo salir adelante, pero también enfoca al niño pequeño que da la mano a su padre y lo consuela.

Y, más allá del espíritu de estas obras, del ejercicio de humanidad al que invitan, ¿qué seduce de su cine como arte?

Las historias. Saben contar pequeñas historias, pero con un valor universal. Nos pasa también ahora: vamos al cine cuando hay una buena historia. Es importante que esté bien filmada, que cuente con actores potentes… pero, si falta una buena historia, no vale la pena. 

El cine neorrealista ha propiciado que quienes no hemos conocido el durísimo escenario social de Europa tras la II Guerra Mundial adquiramos conciencia de esa tragedia. Si De Sica, Fellini o Rossellini estuviesen vivos, ¿sobre qué les propondría rodar películas hoy? 

En el Festival de Roma he visto una película magnífica, bellísima, rodada en blanco y negro, que reconstruye el segundo periodo después de la guerra. Está centrada en el papel y el valor de la mujer, pues son las mujeres las protagonistas del renacimiento de Italia, quienes han reconstruido el tejido social. 

Sin embargo, la protagonista es una madre de tres hijos a la que maltrata su marido. Hay un momento en que éste le dice “ni siquiera sabes ser esclava”. En otra ocasión en la que la mujer llega a casa con un trozo de chocolate que un soldado americano le ha regalado, delante de los hijos, su esposo le prohíbe comerlo, acusándola de que si se lo han dado es porque se ha prostituido.

Es decir, les invitaría a hacer cine para defender la dignidad de la mujer

Sí. El cine debe plantearse como denuncia, pero, al mismo tiempo, alzar la cámara y llevar la mirada del espectador hacia la esperanza. Así lo hace el cine europeo que hoy sigue las líneas del neorrealismo italiano, como son los hermanos Dardenne. 

El cine es universalmente reconocido como código artístico, pero quizás hay quien cuestione su valor filosófico, tal y como defienden los investigadores de personalismo fílmico en nuestra Universidad. Si el cine no debe explicar, sino más bien evocar, ¿es un medio adecuado para la reflexión filosófica? 

El cine, como toda expresión artística, es fruto de una manera de ver el mundo y a la persona. No se trata de un instrumento para pasar la información del punto a al punto b, sino que el autor, como ocurre también con el teatro, la ópera, la literatura…  confía al público una reflexión. Con una película, el director dice públicamente lo que piensa sobre la vida y sobre el hombre y, en este sentido, es una obra filosófica. 

Damos un paso más, entonces… En una conferencia dijo que con las películas “buscamos lograr ver algo más allá de lo que está en la pantalla, algo superior: hacer perceptible el alma”. ¿No es apuntar demasiado alto?

Una película cuenta una historia, pero es muy importante cómo la cuenta, es decir, es fundamental cómo el director construye la mirada del espectador sobre la historia. Por ejemplo, si se representa la escena de un vagabundo en cualquier ciudad de Europa, tirado en la calle, bebido, y la forma de hacerlo es con la cámara de arriba hacia abajo, lo que traslada el cineasta es dominio. 

Hay una película maravillosa, Antes de la lluvia, de Milko Manchevski, nominada a los Óscar y ganadora del León de Oro en 1994. Presenta una historia sobre la antigua Yugoslavia donde la ONU no es capaz de mantener la paz entre los pueblos musulmanes y cristianos ortodoxos. En realidad, es una película sobre la idea del tiempo, porque empieza como acaba, está construida en una circularidad casi perfecta... Y aquí es importante el casi. ¿Por qué? Porque encierra, a su vez, otra idea del tiempo que abre la puerta a que haya un cambio en la historia, pero que a nosotros no nos corresponde saberlo. 

El filme acaba cuando un cristiano ortodoxo libera a una niña musulmana y, mientras o hace, lo matan sus familiares. En el momento en que su cuerpo está postrado sobre la tierra seca, empieza a llover y la cámara, deprisa, se eleva ofreciendo una perspectiva del sacrificio que apunta hacia lo alto.  

Por eso, la capacidad de mover el alma está en el cine: una película toma la mirada del espectador y la lleva a los repliegues de la realidad que a veces no llega a captar. Y lo hace con la fuerza inmensa que tienen las imágenes. No obstante, depende de la película, del director y, sobre todo, del espectador, pues si éste es insensible, centrado en sí mismo, no le tocará una película… como tampoco una persona.

¿Y puede plantearse el cine como medio de evangelización de la cultura o mejor no meterse por ahí? Con esta intención, tantas veces se han producido películas ñoñas, cursis, que no interpelan al público.

Hubo un tiempo en la que la única intención de los autores católicos era hacer películas catequéticas. En la actualidad, no creo que exista un cine católico, sino que existen hombres y mujeres católicos que hacen películas y trabajan en el cine. Lo bonito hoy es que, si hay historias buenas, aunque no sean estrictamente catequéticas, pueden hacer reflexionar sobre los valores del Evangelio. Creo que las películas que cuentan las vidas de hombres y mujeres que luchan por realizar pequeños milagros -que son milagros de amor, de acogida- hacen que después las parábolas nos suenen familiares. 

Propone, entonces, seguir por esta línea: historias personales que tocan el corazón y hacen pensar.

Así es. En realidad, la palabra del Evangelio es la palabra de hombres y mujeres que han dejado todo por un gran sueño. Personas que han sufrido, que han traicionado también, pero que al final han descubierto como maravillosa la relación con Dios. 

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