La LOMLOE entre la oportunidad y la frustración (Miguel Ángel Jiménez, Las Provincias)

La LOMLOE entre la oportunidad y la frustración (Miguel Ángel Jiménez, Las Provincias)

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Desde el punto de vista educativo no podemos separar la implantación de la LOMLOE de un  nuevo impulso del desarrollo de la educación competencial. Desde 2006, con la LOE, estamos en ello, pero en nuestro contexto no ha cuajado. Las razones son muchas. Puede que la primera sea no haber entendido lo que se pretende. Esto pasa por conceptualizar primero qué son las competencias en realidad. La interpretación más extendida ha sido la de identificarlas con el “saber hacer o aplicar”. Pero eso no es una competencia. Los problemas prácticos más graves vienen de conceptualizaciones erróneas. No podemos hacer algo, sobre todo si es novedoso, si antes no lo entendemos. Lo acomodaremos a lo que ya sabíamos, no tenemos más remedio. Y así ha sido con las competencias y la aplicación de las leyes que las han procurado. La consecuencia directa se está dando es la motivación de los docentes por averiguar cómo se llama ahora a lo que antes llamábamos de otro modo. Una especie de “gatopardismo”, natural y autodefensivo, que lo cambia todo para no cambiar nada.

Las competencias son teleológicas. Concretan el objetivo del sistema educativo que no es otro que pretender que las personas adquiramos los atributos necesarios para afrontar la existencia en un escenario de cambio. Las competencias clave, por lo tanto, no son algo que se enseñe, sino algo que se adquiere gracias a lo que se aprende.

La LOMLOE, por supuesto, siguiendo la línea del resto de sistemas educativos europeos y casi planetarios, acierta al aterrizar las competencias clave sobre un perfil de salida con un modelo de educación integral para cada etapa, esta es su aportación más relevante. Este perfil se despliega mediante descriptores, redactados como desempeños o acciones, que quien haya adquirido los aprendizajes necesarios puede llevar a cabo. Los perfiles, además, tienen continuidad aunando los esfuerzos de las distintas etapas, para la formación del alumnado que es, efectivamente, el que otorga sentido al sistema. Las materias o asignaturas están para ir consiguiéndolo.  Un análisis somero de la realidad manifiesta lo lejos que estamos de esta forma de concebirlo. El resto de los elementos curriculares, como son los contenidos, las metodología o los  sistemas de evaluación, están al servicio de la consecución de dichos perfiles. Esto es una buena noticia para los que pensamos que la educación debe ser integral. Quien no la entienda de este modo, va a tener muchísimas dificultades, no solo teóricas sino prácticas, para desarrollarla. Esto no quiere decir en absoluto que los conocimientos disciplinares no sean importantes, son imprescindibles. Por otra parte, no es cierto que se recorten contenidos pues el currículo plantea los saberes que no pueden faltar, y no hasta dónde se debe llegar, que es, por definición, el máximo desarrollo que cada persona pueda alcanzar.

La adquisición de conocimientos disciplinares son esenciales, pero no como fin, sino como medio de ese crecimiento interior en el que la cultura va pasando a formar parte y configurar a cada persona. El dilema entre aprender contenidos y adquirir competencias es falso, las segundas no se consiguen sin los primeros.  Por lo tanto, para quienes conciban la educación como un proceso de formación integral, la LOMLOE puede convertirse en una oportunidad.  Articula mejor todo el sistema sobre dicho propósito. Desde este punto de vista, bienvenida.

Ahora bien, ¿cuáles son los problemas? Imposible analizarlos todos en este espacio. Nos quedaremos con dos que están íntimamente relacionados. El primero la politización de la Educación. Las competencias no son de izquierdas ni de derechas, las leyes sí. Y, como la educación es esencial para la construcción del modelo social que se propugna desde las diferentes opciones políticas, es difícil que nuestros representantes lleguen a la conclusión de que la educación necesita de recorridos largos, sólidos, basados en ciencia y son  ajenos a los ritmos de las campañas electorales.

El segundo está vinculado al primero. Los cambios educativos en España no son efectivos, entre otras cosas, porque se realizan desde la instrumentalización política y no desde la evidencia científica. No basta con el destino, necesitamos el camino y dotar de los medios para recorrerlo basando las decisiones en investigación y en ciencia, como en cualquier otro campo. Las consecuencias de este modo de proceder son la sobrecarga, no solo de trabajo sino la penosa ausencia de sentido, que tienen que soportar los docentes que se ven forzados a adoptar un nuevo paradigma con los cambios que esto supone, con los mismos conocimientos, medios y estructuras operantes en el paradigma anterior. Esto es teóricamente imposible y, por lo tanto, también lo es en la práctica. Es como querer que hierva el agua helada sin aplicar calor. Lo hemos intentado en 2006 con la LOE, con la LOMCE  en 2013 y ahora con la LOMLOE, (que el partido en la oposición dice que derogará cuando llegue al poder). Parece que no hayamos aprendido nada. Proponemos la ley primero y luego ya, si eso, vemos cómo se aplicará. No parece lógico, pero es que lo lógico es más difícil que promulgar leyes y no da tiempo a hacerlo antes de las próximas elecciones generales.

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