¿Testigos en la JMJ? (José Manuel Montaner, Paraula)

¿Testigos en la JMJ? (José Manuel Montaner, Paraula)

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Tenía difícil ir a la JMJ por distintas circunstancias, pero gracias a Dios todo se arregló. Los días de la JMJ han terminado, pero lo cierto es que empieza ahora cómo hacer vida todas las palabras del papa: iluminar, escuchar, no tener miedo. Nos toca ser misioneros. 

Del encuentro hemos leído y escuchado críticas, sobre la infraestructura, acerca de si la comida era mejor o peor, si esto o lo de más allá.  Incluso escuché en una de las televisiones portuguesas, en una entrevista a Mons. Américo Manuel Alves Aguiar, obispo responsable de la JMJ, recientemente nombrado cardenal, cómo le atizaban por los gastos ocasionados, que si los jóvenes ahí solo iban de fiesta y a buscar pareja, si el lugar donde pasamos la noche no era el mejor y otras cosas muy duras y que para nada me parecieron correctas. Me pareció una entrevista muy dura. 

Algunos medios han subrayado los errores, pero yo quiero hablar de otras cosas muy importantes. Hemos estado juntos en los días de diócesis, en las catequesis y eucaristía de nuestro arzobispo Don Enrique, en la inauguración y distintos actos. En la vigilia y eucaristía con el Papa nos hemos reunido distintas naciones, razas y culturas; distintas realidades o movimientos eclesiales y espiritualidades; distintas diócesis y parroquias. Distintas personas.  

Soy testigo del esfuerzo económico de jóvenes y familias. He visto a los jóvenes de mi parroquia, durante el año, cuidando niños, haciendo distintas actividades y buscándose trabajos temporales para pagarse la JMJ; los esfuerzos que han hecho las familias, los jóvenes y las parroquias para ayudarles, así como el de catequistas, colaboradores y responsables que iban encabezando los grupos, que han dejado a sus hijos más pequeños, para hacer este servicio e incluso renunciando a sus propias vacaciones. Todos han renunciado a algo. 

Lo que no puedo ocultar, olvidar, ni nadie me puede quitar, es que hemos sido testigos del paso del Señor por la vida de nuestros jóvenes; de la llamada a la santidad y a la misión con alegría, en palabras del papa. Hemos sido testigos de muchas experiencias. 

Me van a permitir que cuente una.  Se acercó una joven que hacía un tiempo que no se confesaba, que había perdido la esperanza y la ilusión por vivir e incluso se había planteado quitarse la vida. La escuché con atención e intenté darle una palabra de esperanza y de perdón, mostrándole la compasión, la misericordia y el amor gratuito de Dios. Si hubieran visto cómo vino y cómo se fue.... Posteriormente vinieron más y estuve confesando hasta más allá de las 12. Me quedé dando gracias a Dios.  Al día siguiente me buscó esta joven para darme las gracias por lo que le había dicho.   

Para nada quiero marcarme ningún farol. Esto les ha pasado a muchos más sacerdotes. Lo que quiero es dar gracias a Dios por haber sido testigo de esto. Fallos y errores habrá habido. Se podrá decir si estuvo mejor o peor, si fue más corto o largo, si la catequesis mejor así o de otra forma... Pero lo que no podemos olvidar ni deberíamos olvidar es que hemos podido ver la universalidad de la iglesia; el silencio de millón y medio de personas (lo que nos cuesta a veces mantener el silencio con 30 alumnos en la clase) en la adoración del Santísimo; y, perdonen que insista, ser testigos del paso del Señor por la vida de estos jóvenes, algunos de los cuales jamás habían salido de sus tierras. 

Por tanto, no me queda más que dar gracias al Señor y ser testigo del paso del Señor por la vida de estos jóvenes, que algunos conozco y otros jamás había visto. Gracias Señor ¡Qué privilegiado me siento! 

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