Rubiales... y la mirada (Carola Minguet, Religión Confidencial)

Rubiales... y la mirada (Carola Minguet, Religión Confidencial)

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Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. El Evangelio es claro, pero no se le atiende, de modo que un reto pendiente en nuestros días sigue siendo una mirada adecuada hacia la mujer. En este sentido, entiendo que se denuncie algo que provoca muchas reacciones (sobre todo, tristeza) y es considerarla como objeto de deseo, como ocasión de satisfacción de cualquier tipo de pasión, cuando debiera suscitar admiración tanto por su ser personal como por su carácter propio. Es un templo.  

Así, episodios como el ocurrido en torno a la final de la Copa Mundial Femenina de Fútbol, más allá de la anécdota que puede dar lugar a distintas interpretaciones, apunta a la raíz de tantos conflictos entre un hombre y una mujer: esa mirada que no permite ver la feminidad en toda su plenitud. Esto es un problema también para el hombre, que queda circunscrito a la burbuja de su egoísmo en lugar de abrirse a un escenario de verdadera libertad, la que deriva de que el corazón se desligue de obstáculos no sólo externos, sino también internos. El hombre es un caballo (instintos, pulsiones…) pero también, y sobre todo, un jinete.

Dicho desenfoque de la mirada requiere estar atentos, pues puede traducirse en actos inapropiados, fuera de lugar, como el beso de Rubiales (ha sido un gesto indecoroso, maleducado, pero no una agresión sexual. No confundamos. Hay que ser austero y honesto en el uso del lenguaje) aunque también en otros de menor o mayor violencia que las mujeres soportan en su vida cotidiana, a veces hasta el extremo. Cuántas veces tienen que huir, esquivar, esconderse, defenderse incluso en el matrimonio, que algunos malinterpretan como una licencia para poder obrar con la esposa del modo como le apetezca.  

En este punto, abro un inciso. Si bien la defensa de la mujer se la han apropiado algunos ideólogos de izquierda, tampoco debe obviarse que, a la hora de reivindicar la identidad femenina, conviene prevenirse igualmente de algunos reaccionarios de derecha que pretenden manipular la luz del Evangelio con sus propios postulados. Hablando de esto con un amigo recordamos a la casta Susana, víctima tanto de los enredos que desde el poder maquinaron dos ancianos jueces pervertidos como de la opinión pública de entonces, unánime ante la culpabilidad de la joven. El relato bíblico da que pensar, pues aún hay muchos confundidos que creen que, si una mujer es víctima de maltrato, algo ha hecho mal… Y apremia disipar esta niebla casposa. 

Por cierto, la historia de la joven Susana es una de las últimas lecturas que se escuchan en Cuaresma. Quizás sea porque parte de la Pasión de Cristo acontece en la vejación que, a lo largo de la historia, han sufrido y sufren las mujeres. A lo mejor es porque ayuda a ejemplificar la sencillez y firmeza, sin ambages, del pequeño Daniel, que intervino a favor de Susana negándose a pactar tanto con los gobernantes como con el pueblo anestesiado. La justicia es una cuestión de conciencia, no de modas ni acuerdos sociales.  

Ahora bien (cierro el paréntesis) sobre estos horizontes de conflicto al que llevan miradas inapropiadas hay que proyectar lo contrario a lo que se empeña el Ministerio de Igualdad y otros voceros. La superación de estas situaciones no se consigue a golpe de reivindicación o empoderamiento, tirando piedras, desde un conflicto continuo y constante; tampoco pasa por un consentimiento vacío, que encierra la trampa de la componenda. La última palabra no es la lucha ni el trueque, sino el encuentro. Y para que se dé es necesaria la educación sexual y afectiva. Educación en el sentido profundo del término (a lo largo de toda nuestra vida) para tratar a las personas como merecen. Educación de la mirada que pasa por el corazón, el órgano de la atención que decían los clásicos (uno ve muchas cosas a lo largo del día, pero en lo que se detiene acaba influyendo en su carácter y condicionando sus acciones). Educación en el amor. Esto es lo que necesitamos, los hombres y las mujeres.   

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