Filomena y el cambio climático (Pablo Vidal, Levante-EMV)

Filomena y el cambio climático (Pablo Vidal, Levante-EMV)

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Los científicos llevan años investigando sobre las alteraciones en el clima provocadas por el cambio climático, alteración provocada entre otros por la emisión de gases de efecto invernadero por parte del ser humano, así como sus consecuencias en los ecosistemas de todo el mundo. Las pruebas aportadas por la ciencia son profundamente abrumadoras e indiscutibles, como señalan los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés) del 2019 y el borrador del próximo informe de evaluación, que se espera vea la luz en 2022. El cambio climático suele ir asociado a una de sus principales consecuencias, el calenta-miento del globo, pero implica muchas otras consecuencias, que podríamos resumir en que los fenómenos meteorológicos serán cada vez más extremos. Aumentarán, ya lo están haciendo, las temperaturas medias, pero sufriremos lluvias más torrenciales y concentradas, periodos de sequía cada vez más largos, veranos más cálidos y más prolongados, retraso en las condiciones de frío en invierno, nuevos fenómenos atmosféricos a los que no estábamos acostum-brados, como los ‘medicanes’ o huracanes mediterráneos, así como mangas marinas cada vez más frecuentes. Ya se nos han olvidado los devastadores efectos del temporal Gloria en el pasado invierno, cuyas consecuencias fueron de-vastadoras para el litoral valenciano. Filomena no es más que uno de estos fenómenos excepcionales, que cada vez lo serán menos, a los que tendremos que ir acostumbrándonos.

Los extremismos climáticos, asociados a este proceso de cambio climático, pasarán a ser cotidianos para todos y tendremos que aprender a enfrentarnos de modo más frecuente a estas catástrofes. Desde hace unos meses, en el Instituto Universitario de Antropología (IUA) de la Universidad Católica de Valencia estamos entrevistando a personas mayores que viven en el medio rural y que están acostumbradas a convivir con la naturaleza (agricultores, pescadores, pastores, apicultores, etcétera) para recoger testimonios sobre su percepción de las diferencias entre el clima de cuando eran jóvenes comparado con la actualidad. Las conclusiones, todavía provisionales, son unánimes y abrumadoras, reportán-donos la importancia de las alteraciones en el medio ambiente, en la naturaleza más cercana, de los actores entrevistados. Menos lluvia, y en consecuencia más sequía, menos fuentes y manantiales, pero también lluvias más intensas y torrenciales, menos frío en invierno y más calor en verano, pero también unas nevadas más intensas y desproporcionadas, así como fuertes heladas, generalmente fuera de tiempo, que provocarán nefastas conclusiones para las cosechas de frutales tempranos. ¡Ay de la temprana almendra! Estas alteraciones en el clima tienen efectos que el medio rural percibe con claridad y que afectan a las cosechas, a los pastos, al rendimiento del ganado, a las tormentas en el mar y, por tanto, a los días hábiles para faenar. Los colmeneros nos indican que estos cambios están alterando el régimen de las cosechas de la miel, provocando importantes mermas en la producción, como los agricultores nos hablaron de las alteraciones en sus cosechas. Solo recordemos la sequía que hemos padecido este otoño y que ha impedido plantar en condiciones numerosos campos de cereal.

Las consecuencias de estas alteraciones son directas y cercanas. No afectan solamente a los osos polares del Polo Norte, a los glaciares del Himalaya o los Alpes, o a los ganaderos nómadas del desierto del Sáhara, sino que ya están afectando de manera cotidiana en nuestro entorno más cercano. Ante esto no nos queda otra que, por un lado, tomarnos en serio las acciones necesarias para mitigar estos efectos en nuestra sociedad, lo que supone cambiar nuestro régimen de vida para reducir el consumo de combustibles sólidos, de plásticos, del uso de vehículos particulares, contaminantes o no, pero también promoviendo el consumo de productos de temporada y cercanía. ¡Qué caras nos sa-len las fresas en diciembre o las naranjas en agosto! Y no me refiero a su precio. Tendremos también que replantearnos los viajes. ¿Tenemos que visitar la Patagonia antes que conocer bien Europa? Todo esfuerzo que hagamos será poco para adaptarnos ante esta nueva realidad. Por otro lado, cada vez gastaremos más dinero, bastante más que el no destinado a mitigar los efectos, para reparar los daños y los destrozos ocasionados por esta climatología cada vez más errática y de abruptas manifestaciones. Muchos de las personas entrevistadas en este tiempo han terminado sus intervenciones señalando que «el tiempo está desaforado, desatado», pero solo un poco más adelante concluían que «igual de desaforado que las personas». Solo si de modo colectivo e individual tomamos decisiones firmes y responsables podremos mitigar sus efectos en el medio plazo.

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