¿El uso de mascarillas puede dañar la voz de los docentes?

José Francisco Cervera

¿El uso de mascarillas puede dañar la voz de los docentes?

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¿El uso de mascarillas puede dañar la voz de los docentes?

El vicedecano del grado en Logopedia de la Universidad Católica de Valencia (UCV), José Francisco Cervera, investiga el posible deterioro de la voz de los profesores universitarios por el uso de las mascarillas con razón de la pandemia. La razón es que los logopedas de las Clínicas Universitarias de la UCV han tenido consultas sobre el tema y, aunque aún no se ha generado evidencia científica sobre su incidencia en la patología laríngea, ha lanzado algunas consideraciones al respecto.

No elevar la intensidad de la voz es la primera recomendación, pues las mediciones preliminares que han hecho en la UCV indican que ni las mascarillas FP2, ni las higiénicas, consiguen disminuir más de dos decibelios la intensidad de la voz medida a tres metros, tanto en hombres como en mujeres. “Es muy probable que nadie haya notado que sus alumnos le piden que grite más. Por lo tanto, se debe aconsejar a los profesores que no eleven la voz más allá de lo que les resulte cómodo, ya que sabemos que eso es un disparador de lesiones laríngeas”, asevera.

En segundo lugar, Cervera aconseja vocalizar más de lo habitual pues, “si bien el efecto de la mascarilla en la inteligibilidad es difícil de medir, puesto que las variables que influyen en que el oyente entienda con comodidad lo que decimos son muchas -desde la forma de pronunciar, la acústica de la sala y la distancia, hasta el propio mensaje y el oyente- no tenemos dudas de que la mascarilla repercute de forma importante en cómo el receptor procesa el habla”.

“Sabemos a ciencia cierta que la visión de la boca del hablante proporciona pistas que el cerebro utiliza de forma inconsciente para descodificar los sonidos del habla y reconocer las palabras. Cuando aumenta el ruido en el canal de comunicación y nos damos cuenta de que el oyente no nos entiende con facilidad, los hablantes reaccionamos sobrearticulando para pronunciar con más claridad. Coloquialmente lo llamamos vocalizar. Es posible que los alumnos lo echen de menos, si su profesorado no lo hace de una forma natural. La sobrearticulación moderada es un buen consejo, ya que los gestos articulatorios bien definidos y la mayor apertura de la boca producen un aumento de resonancia que hace más cómoda la emisión por encima de 60 decibelios propia de las aulas. Es una forma de prever fatiga vocal”, detalla Cervera.

Asimismo, el investigador de la UCV apela a respirar “con comodidad”. “Los seres humanos adaptamos la forma de ventilar a las demandas de actividad física. No respiramos igual cuando andamos enérgicamente, cuando hacemos esfuerzos o cuando hablamos. También influye en nuestro ciclo de inspiración-espiración la ansiedad y el estrés. La actividad altera el ciclo respiratorio propio del silencio y el reposo, que se caracteriza por emplear más tiempo y mayor actividad muscular en la inspiración que en la espiración y por usar únicamente la vía nasal”.

Sin embargo, tal y como explica este experto, “al proyectar la voz a un auditorio, el patrón se invierte: empleamos muy poco tiempo para introducir el aire por la boca y aumenta la actividad muscular en la espiración, que se prolonga muchísimo y permite el discurso fluido. A este fenómeno se le conoce como adaptación fono-respiratoria. Nos permite hablar y respirar a la vez. Intercalamos inspiraciones cortas pero eficaces allí donde lo precisamos, sin que el oyente perciba interrupciones inoportunas y sin que nos falte aire en los pulmones. Cuando hablamos con prisa excesiva o con ansiedad, esta adaptación suele perder eficacia. El síntoma más frecuente es que nos falta aire para terminar las frases”.

De este modo, “la disminución de la presión de aire en los repliegues vocales provoca una reacción de sobreesfuerzo, que podría provocar un ciclo vicioso entre el aumento de esfuerzo para hablar y la lesión laríngea. El consejo preventivo es acompasar adecuadamente la respiración al habla, manteniendo la sensación de comodidad que nos permite hacer las dos cosas a la vez. Es posible que las mascarillas influyan de forma importante y favorezcan la sensación de falta de aire. Si eso sucediera, deberíamos disminuir la velocidad y acompasar con naturalidad el habla y la respiración”, concluye.

 

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