XIX Conversaciones Canónicas
Davide Cito: “El abuso sexual daña de modo muy profundo a la persona que lo sufre, le cambia interiormente”
Noticia publicada el
miércoles, 21 de mayo de 2025
La Universidad Católica de Valencia (UCV) ha celebrado sus XIX Conversaciones Canónicas, en esta edición, centradas en el derecho penal de la Iglesia. En el encuentro, organizado por la Facultad de Derecho Canónico, ha participado un experto en esta rama de la legislación eclesial, el catedrático de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) Davide Cito. Quizás vaya de suyo en la condición de penalista canónico, pero Cito es conocido por no tener pelos en la lengua al hablar de asuntos sobre los que muchos prefieren hacer mutis por el foro. Es más, consigue expresar con simpatía y absoluta transparencia lo que piensa como jurista y como sacerdote, con una sensación de apertura que agradece la contraparte de su conversación.
En el mismo encuentro de la UCV, mientras explicaba que “el desarrollo eclesial de los últimos años” ha provocado que las penas ‘latae sententiae’ “pierdan la perfecta unión de pecado y delito, lo que ha constituido su fuerza durante siglos”, ha puesto como ejemplo un caso español: “Esta pena se identifica ahora con la idea de avisar de un pecado grave; la realidad jurídica es, más bien, la declaración. Así ha sucedido con las monjas de Belorado. Hasta que no se realizó la declaración de la pena de excomunión, estas religiosas hicieron lo que les daba la real gana, no reconocían nada”.
Colaborador del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos es, sobre todo, su papel como consultor del Dicasterio para el Clero lo que le ha llevado a explicar en los medios de comunicación ciertas resoluciones del derecho canónico. Su exposición de la lucha de Benedicto XVI, primero, y Francisco, después, contra los dolorosos delitos de abuso sexual cometidos por miembros de la Iglesia ha sido no pocas veces aplaudida. Por sincera y necesaria.
Como asesor en el Vaticano sobre el problema de los abusos, ¿podría indicar cuál es la dimensión real de estos hechos?
La relación de las actividades relacionadas con este tema está publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, ahí está toda la información. Hay una sección disciplinar que se dedica justamente a esto. En cifras, llegan casi mil casos al año al Dicasterio, aunque no todos están relacionados con menores. Puede haber más casos, porque esas denuncias se refieren únicamente a clérigos. El juicio sobre lo que puede haber sucedido con monjes, monjas o laicos es responsabilidad del ordinario diocesano.
Precisamente, ése es uno de los cambios. Antes, el derecho canónico no se ocupaba de delitos cometidos por un religioso que no fuese clérigo o un laico que tuviese una función en la Iglesia, como un profesor o un sacristán, por ejemplo. Desde 2021, también es un delito penado por la legislación canónica.
Desde distintos sectores se alude de manera continua al celibato de los presbíteros como posible causa de estos abusos. ¿Qué responde a esa insinuación?
Que no es así. La gran mayoría de los abusos sexuales los realiza gente casada, suceden en las propias familias. El celibato no es una negación de la vida afectiva, sino el desarrollo de una paternidad espiritual, como siempre apuntó el papa Francisco: el sacerdote debe tener un «corazón de padre». Sin él, un presbítero no puede entregarse a los demás, no puede hacer nada.
¿Qué mecanismos ha puesto en marcha la Iglesia para buscar que esa madurez se desarrolle?
Tradicionalmente, se ha buscado más bien en la formación del seminario porque es el momento en que se decide si tienes vocación, es idóneo. Ahora mismo se está desarrollando un poco más la formación permanente del clero. El año pasado en Roma se hizo un gran encuentro con los responsables de los seminarios y de la formación permanente del clero de todo el mundo. Más de mil personas se reunieron en Roma el año pasado hablando de esta cuestión, muy importante hoy para la vida de la Iglesia.
Igual que cuando uno se casa no está todo hecho, sino que empieza la vida matrimonial, tras la ordenación, el presbítero comienza vida pastoral. Tiene que aprender, mejorar... el sacerdocio es un camino de santidad para la Iglesia, como lo son el matrimonio o la vida consagrada y, también como ellos, debe crecer en su madurez afectiva.
Hay expertos que apuntan a que un número determinado de pederastas buscan profesiones relacionadas con menores para tener un acceso más fácil a ellos. ¿Cree que algunos abusadores dentro de la Iglesia han optado por el sacerdocio u otros ministerios y servicios eclesiales con esta intención?
No, creo que no. La realidad es que no hay una característica física, profesión o tipo de personalidad que sea común a todos los abusadores. Pueden ser de cualquier sexo, raza y religión, y tener diversas ocupaciones e intereses, igual que cualquier otra persona. Ocurre que, si no desarrolla su vocación, su misión, su madurez pastoral, además de otros aspectos, y no cuida su ambiente, un sacerdote puede acabar en eso. Los clérigos que han cometido estos actos suelen hacerlo después de bastantes años de sacerdocio. Por eso es muy escandaloso, porque no son personas jóvenes. En mi opinión, no es algo que estuviera al principio.
Muchos de esos casos sonados son personas que han desarrollado una personalidad, capacidad, atractivo, carisma, pero sin cuidar el respeto hacia los demás. Son personas narcisistas que se aprovechan de los demás. Primero suelen darse aprovechamientos de tipo psicológico, afectivo, y lo sexual viene mucho después.
Usted ha hablado siempre de manera directa, honesta, y expresando una muy clara condena en lo relativo al problema de ocultación que ha existido en algunas diócesis sobre casos de abusos sexuales, sobre todo a menores. ¿Ha influido en esa falta de transparencia una mentalidad social antigua que no consideraba graves cierto tipo de abusos sexuales?
No. A veces, esa ocultación ha respondido a algo tan simple como no querer meterse en problemas; mejor no haber visto nada. Por eso existe el motu proprio de Francisco Vos estis lux mundi (Vosotros sois la luz del mundo), donde se indica que la gente de cierta responsabilidad en la Iglesia tiene la obligación de denunciar estas situaciones. Es más fácil decir: «Yo no he visto nada, yo no sabía, prefiero no meterme...».
Además, no es tan sencillo denunciar a quien no es un delincuente público, sino que también hace cosas buenas en su parroquia, escuela, centros sociales, etc. A veces, son personas con mucho poder y para una persona normal, un laico cualquiera, no resulta fácil atreverse a contar lo que uno sabe, lo que ha visto. Si denuncias al director del colegio donde trabajas, por ejemplo... Antes de meterse en algo así, uno se lo piensa. Sabe que esa decisión traerá consecuencias para su vida, y no sólo la profesional. Si no hay pruebas, puedes terminar acusado tú mismo de denuncia falsa.
¿Cree que podemos hablar ya de una concienciación general, dentro y fuera de la Iglesia, sobre la responsabilidad que tenemos todos de no hacer como que no hemos visto para evitarnos problemas?
Aquí el asunto es hablar en las parroquias para que estas circunstancias se afronten de la misma manera que se afrontan ahora en el mundo educativo, explicando de manera diáfana que tenemos una responsabilidad hacia los más pequeños, hacia las personas más vulnerables. Antes, cada uno se preocupaba de lo suyo, pensando que la institución lo arreglaría. No, eso no es así.
No obstante, como indicabas antes, es verdad que hoy tenemos una conciencia mucho mayor sobre la gravedad de estos actos. En el pasado no se entendían las consecuencias que estos hechos tienen para la víctima, la gente pensaba a veces que, “bueno, es un pequeño fallo... ¿qué pasa?”. En cambio, un abuso sexual daña de modo muy profundo a la persona que lo sufre, le cambia interiormente. Y es algo para toda la vida.
Y, sin embargo, vivimos en una cultura “hipersexualizada” que presenta las relaciones íntimas casi como un entretenimiento más.
Sí. Hoy el sexo se ha banalizado mucho, pero no es una cosa más. No se trata de un elemento superficial, ni tampoco estético; la sexualidad es un algo antropológico. En un acto sexual tocas algo muy importante de la persona. Por eso un abuso de este tipo destroza a quien lo sufre. Y, como vivimos en esa cultura, la Iglesia tiene estos problemas, pero también los tiene el resto de la sociedad.
El nuevo Papa, León XIV, se ha manifestado muy claramente en el pasado sobre el problema de los abusos y otras muchas cuestiones sensibles. ¿Qué impresión tiene de él?
Siendo consultor del Dicasterio para el Clero, he coincidido con él tras su llegada a Roma. Es alguien que escucha al otro, siempre me ha parecido una persona muy humilde, muy generosa, muy respetuosa, además de muy, muy (sic) inteligente.