El arte de la relacionalidad (Ginés Marco, Las Provincias)

El arte de la relacionalidad (Ginés Marco, Las Provincias)

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El filósofo neozelandés Simon Keller, que ha prodigado su investigación en el ámbito de la Filosofía Moral y Política, y a quien he tenido el gusto de tratar en persona, es proclive a incluir microrrelatos en sus monografías. Su objetivo no es tanto favorecer la amenidad de su obra, sino la de promover la narrativa y el diálogo “yo-tú” con los lectores. Reconozco que el microrrelato que me causó mayor impacto, cuando lo leí por primera vez, fue el que servía de pórtico para iniciar el primer capítulo de su obra Partiality (Princeton, 2013).

En esta pequeña historia, Keller interpelaba a cada lector -y para ello se dirigía en segunda persona del singular- a que imaginase dos supuestos que pudieran darse encontrándose en idéntico escenario. Hay que suponer que uno está tranquilamente en un sofá viendo un programa de entretenimiento en televisión. De repente, la emisión de ese programa se ve interrumpida por la retransmisión de un boletín informativo en directo, que relatase la crónica de un suceso trágico, y del que ya se contaría con imágenes “de aficionado” procedentes de algún testigo visual. Al cabo de unos instantes, aparecería en primer plano el incendio devastador de un edificio. Se vería también a algunos vecinos del inmueble huir presa del pánico, mientras que otros permanecerían desaparecidos, tal vez porque no tendrían posibilidad de salir de la casa en la que se hallaban.

En este escenario, que en la actualidad no nos resultaría extraño imaginar, Keller conminaba a cada lector a hacer examen y a contestar qué haría personalmente si se hallara en su cómodo sofá en una situación tan dramática como la descrita. Según Simon Keller, en un escenario de esa naturaleza, sería posible delimitar, al menos, cuatro posibles reacciones por parte de los televidentes: 1) hacer zapping, esto es, cambiar de canal, mostrando un alarde de indiferencia o un intento de escapar de la angustia que provoca la escena; 2) conmoverse, pero sin que de la conmoción se suscitase una acción; 3) plantearse realizar un donativo de forma telemática, tan pronto como se habilitase un sistema de alerta por telefonía móvil que permitiera pagos seguros para las víctimas; y 4) desplazarse al lugar del siniestro y ofrecer una ayuda efectiva y desinteresada.

En un segundo momento, se trataría de imaginar que, en un escenario como el descrito, advirtiéramos que nos resulta familiar la fachada del inmueble en donde se ha declarado el incendio. Y deducimos que es el edificio en el que viven personas de nuestra familia; y, por tanto, en trance de morir carbonizadas. En este supuesto, previsiblemente nos personaríamos en el lugar de los hechos, llegando a arriesgar incluso nuestra propia vida.

Un escenario como el descrito recuerda las imágenes en televisión que nos muestran cadáveres mutilados en la Franja de Gaza y en el interior de las fronteras de Israel, con ocasión de las hostilidades bélicas desencadenadas el pasado 7 de octubre y que sacuden Oriente Medio. Y, por extraño que resulte, me lleva a acudir tanto a la Filosofía académica como a la Filosofía cinemática.

En el caso de la primera, por tratarse de una modalidad sapiencial de índole teórico que comienza con la admiración, a partir de la cual se desarrolla una temática lograda, en la que se resuelven dificultades que salen al paso; en el caso de la segunda, porque se trata de un ámbito propicio -el de la gran pantalla- para superar la indiferencia que envuelve la vida de muchos de nosotros.

En los próximos días 25, 26 y 27 de octubre celebraremos en la Universidad Católica de Valencia el V Congreso Internacional de Filosofía y Cine. En ese foro, que de nuevo contará con expertos investigadores y divulgadores de prestigio, se abordará el tema de la relacionalidad como superación de la indiferencia, y se hará con ocasión de la conmemoración del primer centenario de la obra más emblemática del filósofo judío-alemán Martin Buber, Ich und Du (Yo y Tú). Se trata de un escrito que podríamos considerar profético, en la medida en que anticipaba los graves sucesos que iban a ocurrir en Europa con la irrupción del nazismo, si se perdía la perspectiva del Tú en la relacionalidad humana; y todo dejaba de entenderse como un arte o como un don y pasaba a explicarse desde la lógica del Ello, en la que el afán de dominio y de poder no tendría límites, como más tarde sucedió.

Lamentablemente nos hallamos inmersos en un aumento sin precedentes de refugiados por razones políticas; en migraciones masivas, que avivan el viejo retorno del miedo a los otros y a los que se quiere repeler con planteamientos políticos racistas y supremacistas.

Resultará valioso acudir a la filosofía cinemática que se destilará en el mencionado Congreso para promover la cultura de la relacionalidad humana que sabe ver en el otro, a través del relato cinematográfico, a un igual en dignidad, a uno que podría ser yo mismo.

Atesoraremos así esa cualidad que el laureado director de cine alemán Florian Henckel von Donnersmarck, conocido por su opera prima La vida de los otros (2006), exige de los actores secundarios para sus películas: que sepan mirar con entrañas de misericordia.  

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