Felicitación de Año Nuevo 2022 (Cardenal Antonio Cañizares, La Razón)

Felicitación de Año Nuevo 2022 (Cardenal Antonio Cañizares, La Razón)

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Finalizamos un año y comenzamos otro nuevo bajo el signo de la paz: Nos encontramos en tiempos de Navidad, días que traen la paz a la tierra y nos deseamos la paz; abrimos el año nuevo con la Jornada Mundial de la paz pidiendo a Dios, al comenzarlo, que nos conceda a todo el mundo el don de la paz, y acudimos a Santa María Madre de Dios, que dio a luz al Príncipe de la paz, y que es, por ello, Reina y Madre de la paz.

Estos momentos, todavía invadidos por la pandemia del Covid y cargados de temores y de miedos, muchos, tal vez demasiados, la primera palabra y la actitud que brotan de nuestro interior es de acción de gracias, porque Dios es fiel y de nuevo pone nuestras vidas bajo el signo de la paz por su presencia entre nosotros que nos comunica paz: paz interior y exterior, paz personal y paz social, siempre paz, paz a los hombres, con los hombres, y entre los hombres.

Esto es lo que Dios quiere y le agrada y así declara bienaventurados y dichosos a los que trabajan por la paz. Dios bendice y enriquece a los que viven en su paz, la que Él nos da, a quienes la comunican o trabajan por ella. Porque como decía una viejecica de mi pueblo, la más pobre de los más pobres: «Dios no nos falta, los que le faltamos somos nosotros». Es verdad, Dios no nos falta: echemos con sinceridad y verdad la vista atrás, a este año que termina, hagamos un serio examen de conciencia, de revisión de vida personal y comunitaria: Dios no nos ha faltado, somos nosotros los que le hemos faltado, porque lo hemos olvidado; nos ha faltado fe y visión de fe para ver los sufrimientos y tantos fracasos humanos. Le necesitamos, sobre todo, por encima de todo a Él y su amor.

Junto a esto mi deseo de felicidad para todos en el año que va a nacer, 2022, que sea un año de Dios, en el que se cumpla y cumplamos su voluntad que siempre es de gloria de Dios, y esta gloria es que el hombre viva, que sea feliz con su amor, y así habrá paz, siempre don de Dios. La felicidad que deseo a todos es inseparable de la paz. Por eso también mis palabras para este primer día del año son: «¡La paz sea con vosotros; la paz sea con todos, con aquella tierra en la que ha nacido el que es y trae la Paz: Jesús!»

No es posible un deseo más fundamental que éste. Que el Señor nos libre de todo odio, de toda violencia, de toda destrucción, de todo mal que se oponga a la paz. Que Él nos conceda aquella paz que sólo Él mismo nos puede dar. El «mundo» por sí sólo no puede darnos esta paz y esta concordia. Por eso la pedimos para el mundo. Para todos los pueblos y naciones: Siria, Irak, Venezuela, Nicaragua, Chile…, y tantos otros donde la violencia y la intransigencia se muestran con una gran crueldad.

¡Que este nuevo año sea año de paz, año de concordia en libertad, para que los hombres y los pueblos puedan vivir en la verdadera libertad de los hijos de Dios, la que nos hace vivir lo que somos: todos hermanos! Los hombres de nuestro tiempo somos capaces de lo mejor y de lo peor: de convertir nuestro mundo en un vergel que dé alimentos para todos, o en un desierto de escombros y destrucción, árido, que a nadie o a pocos alimente.

Espontáneamente, como hombres de fe, sentimos la necesidad de suplicar la ayuda y el favor de Dios sobre nosotros, sobre todos y cada uno de los hombres, sobre la sociedad y sobre la Iglesia, sobre nuestras familias y nuestros pueblos con sus dificultades, sus expectativas y sus inquietudes. Necesitamos el auxilio y el favor de Dios ante los problemas de la paz en el mundo, tan rota y amenazada en tantos sitios. Necesitamos la ayuda divina ante la ingente tarea de edificar la paz que nos apremia.

Necesitamos la fuerza y la sabiduría de lo alto para ayudar a que los hombres crean. Confesamos que sin Dios nada podemos hacer, que todas nuestras empresas nos la realiza Él, que todo bien es don suyo, que lo más preciado como es la vida, la salud y la dicha son dones de su amor.

Nuevo año: tiempo de oración. Todos debemos orar. Sin la oración nada podemos hacer, porque nada podemos llevar a cabo sin Dios. Todos necesitamos volver al Señor, encontrarnos con Él, escucharle, tratar con Él, familiarizarnos con su querer, conocerle más y mejor, vivir la experiencia de su amor y de su cercanía, gozar de su gracia, para hacer y acoger su voluntad que es con mucho lo mejor. No cesemos de orar. Es preciso, absolutamente necesario, como nos dice Jesús, «orar en todo tiempo y sin desfallecer». Necesitamos orar para acercarnos al hombre, a todo hombre.

Abrimos el año con una inmensa luz, celebrando la maternidad de la Santísima Virgen  que trajo al mundo la gran esperanza, la única, que es su hijo nacido de sus entrañas de Madre, Madre del amor hermoso, Madre y Reina de la paz.

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