Tu poder… según el menú oficial (Carola Minguet, Religión Confidencial)
Noticia publicada el
martes, 25 de noviembre de 2025
El Gobierno ha estrenado su nueva campaña institucional, "La democracia es tu poder", un lema tan solemne que casi invita a ponerse en pie y entonar el himno de España… si tuviera letra. El Ejecutivo parece convencido de que a la ciudadanía le falta un empujoncito emocional, un toque de coaching público, un “tú puedes, campeón” con membrete del BOE.
Pero además de sobrar condescendencia -y de que el truco no es nuevo: cuando la confianza pública se resquebraja, los gobiernos suelen recurrir a esta cercanía prefabricada- la contradicción aparece desde el primer fotograma. Se nos exhorta a participar como si estuviéramos en un letargo cívico cuando, en realidad, el problema no es la falta de energía ciudadana, sino la habilidad del Gobierno para levantar muros allí donde antes había pasillos. La democracia se ha ido estrechando (o la han estrechado) hasta convertirse en un escenario con líneas tan marcadas que desaniman incluso al más entusiasta. Es como invitar a correr la maratón dentro de un ascensor.
Mientras tanto, persisten los síntomas de la ya conocida “fatiga democrática”: decisiones que se explican tarde y mal, rendición de cuentas que se anuncia más de lo que se practica, negociaciones opacas e instituciones que tambalean sin admitir el mareo. En ese paisaje, el eslogan no suena solemne, sino hueco, y resulta tan efectivo como intentar reparar una presa con un rollo de celo.
A eso se suma la letra pequeña ideológica, esa que rara vez se proclama en voz alta pero siempre está bordada en el reverso. El poder que se nos entrega en bandeja viene ilustrado con un catálogo cuidadosamente seleccionado: aborto, eutanasia y otros asuntos convertidos en símbolos incuestionables del progreso. Ahí es donde nos cuelan el gol por la escuadra, celebración incluida. La campaña no sólo señala qué debemos valorar, sino también qué conviene no cuestionar si queremos seguir sentados en la mesa de los invitados. Se nos habla de poder mientras, desde arriba, se redefine qué significa ejercerlo. Y así, la ciudadanía alcanza la supuesta madurez democrática cuando acepta sin rechistar el menú del día. Si discrepas, no tienes otra opinión, sino que te has quedado rezagado en la cola del progreso. El movimiento es conocido: se absolutiza un marco ideológico, se presenta como neutral y, finalmente, se impone como inevitable.
La iniciativa pretende así orientar la brújula moral del espectador, y ahí es donde reside el principal problema. La democracia tiene bordes, sombras y grietas -conviene recordarlo a quienes la pontifican-, pero entre sus bondades destaca la posibilidad de dialogar sin que el Estado proclame ciertas posiciones como verdades reveladas o trofeos indiscutibles del avance social. Resulta curioso: se nos invita a ser protagonistas mientras el mensaje delimita, con precisión quirúrgica, el marco mental desde el que deberíamos ejercer ese supuesto protagonismo. “Tú decides”, sí, pero siempre dentro del decorado oficial. “Tu poder”, pero con el perímetro ya trazado.
La ciudadanía madura -la de verdad, la que no necesita tutores ni cursillos acelerados de autoafirmación democrática- no precisa recordatorios motivacionales ni gurús institucionales que la conduzcan por el sendero correcto. Necesita dirigentes que no miren con recelo a quien piensa distinto, que no reduzcan la pluralidad a un catálogo de valores homologados.
Si el Gobierno quiere recordarnos nuestro poder, al menos podría hacerlo sin disfrazar el menú cerrado que acompaña a la iniciativa. “La democracia es tu poder… siempre que te comas lo que servimos” sería, como mínimo, más honesto. Y reconocer lo absurdo que resulta quizá sea un primer paso para empezar a reconstruir esos pasillos que hoy aparecen tabicados.