Enrocados con el aborto (Carola Minguet, Religión Confidencial)
Noticia publicada el
martes, 7 de octubre de 2025
Muchos analistas coinciden en que la sugerencia de Pedro Sánchez de blindar el aborto en la Constitución es una maniobra táctica de su gabinete para desviar la atención de la opinión pública de tantos frentes como tiene abiertos, aprovechando el movimiento previo que se ha dado en el Ayuntamiento de Madrid para ofrecer información sobre el 'trauma posaborto'.
La verdad es que reúne las condiciones de una cortina de humo de manual, pues el presidente del Gobierno sabe que no cuenta con una mayoría parlamentaria para reformar la Carta Magna, lo que convierte esta propuesta perversa, que ya acariciara Podemos, en una promesa que no puede cumplir, al menos, por ahora.
Ahora bien, desempolvar esta idea ha evidenciado, además del arribismo desaprensivo de Sánchez, que la banalización del aborto no es algo únicamente de la izquierda, pues la tibieza de la respuesta de Génova resulta lamentable: como ya está definido en los términos actuales, no hace falta reforzarlo más; ya es un derecho básico, no es preciso llevarlo al extremo de convertirlo en un derecho fundamental.
Es decir, los políticos están enrocados con el aborto, que en sí mismo es un delirio y un retroceso. Pero lo están porque se ha extendido socialmente que es una conquista y un derecho, lo cual es un doble delirio. De hecho, estos días ya no se emplean eufemismos como interrupción del embarazo, ni se apela a los supuestos excepcionales para justificarlo: es un método anticonceptivo más. La cuestión, entonces, es qué hacer ante un trastorno de este calibre. Porque a una persona que sufre una perturbación o un desorden se le puede ofrecer terapia, medicina, acompañamiento… pero ¿se puede dialogar con una cultura encapsulada en un trastorno?
Por eso, este movimiento, oportunismos y golpes de timón del Gobierno aparte, denota algo muy peligroso.
Por un lado, evidencia la progresiva sustitución de la verdadera política por una política desquiciada, en la medida en que se quiere reconocer una metafísica delirante en el texto que establece la organización del poder público, define los derechos y libertades de los ciudadanos y delinea los principios básicos que rigen el orden social, político y económico del país. ¿En serio se puede hacer depender el ser persona a una cuestión de reloj, de calendario? Es grotesco.
A su vez, blindar constitucionalmente el aborto es una forma de adular a la ciudadanía, de decir a la gente que puede hacer lo que le dé la gana, incluso negar ese crédito de humanidad que dice Spaemann a la persona que viene porque no entra en sus planes. Y ya saben: quien te adula es tu enemigo.