Stefano Zamagni: “Quien no cree en una economía del bien común es un ignorante o un egoísta”

IV Congreso Pobreza y Hambre

Stefano Zamagni: “Quien no cree en una economía del bien común es un ignorante o un egoísta”

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Stefano Zamagni: “Quien no cree en una economía del bien común es un ignorante o un egoísta”

El prestigioso economista Stefano Zamagni (Rimini, 1943), catedrático emérito de la Universidad de Bolonia (Italia), ha participado en el reciente IV Congreso Internacional de Pobreza y Hambre de la Universidad Católica de Valencia (UCV) para analizar las implicaciones antropológicas de estas fallas de la humanidad. Dos fenómenos que el papa ha calificado no sólo de “tragedia” en el siglo XXI; para Francisco son también la “vergüenza” del mundo actual. 

Asesor del sumo pontífice -como lo fue de Juan Pablo II y de Benedicto XVI-, Zamagni ha sido hasta el pasado mes de abril el presidente de la Academia de Ciencias Sociales del Vaticano; cargo que ha abandonado a causa de sus ochenta años recién cumplidos. La decisión parece lógica antes de conocerlo, pero después de ello aparecen las dudas. Zamagni es un torrente de energía asertiva, un hombre con el ánimo en alto y las ideas cristalinas; corrige, explica y transmite con pasión los conceptos que desea subrayar. Es la imagen del auténtico profesor universitario. Sólo se pueden explicar tan bien las cosas desde la humildad.

Francisco ha dicho algo muy iluminador sobre la economía actual: “La soledad es uno de los grandes negocios de nuestro tiempo, pero genera gran infelicidad”. ¿Cree que el mercado se aprovecha de la epidemia de soledad occidental?

Desde que nació hace casi tres siglos, el capitalismo ha pasado por diversas etapas. El primer modelo fue el de la agricultura; después surgió el de la industria; y en una etapa posterior, el de las finanzas. Hoy el modelo dominante es de los bienes de consumo. Se obtienen ganancias con la agricultura, la industria y las finanzas, pero los grandes beneficios se encuentran hoy en los bienes de consumo, y ese nuevo paradigma económico tiene mucho que ver con la epidemia de soledad de la que habla el papa.

¿En qué sentido?

Las empresas se han dado cuenta de que deben manipular las cabezas de la gente para que compren cosas de las que no tienen ninguna necesidad y nos convencen de que es un bien para nosotros adquirir el último modelo de teléfono móvill, de reloj, o de lo que sea. Esto es el neoconsumismo: un consumo que se realiza para satisfacer demandas artificiales creadas por el vendedor.  

Entiendo que es usted partidario de transformar el modelo de desarrollo económico actual.

Efectivamente. El papa lo ha dicho muchas veces: no podemos seguir en esta situación. Basta con mirar las tasas de suicidio. ¿Por qué continúan aumentando? ¿Qué país tiene la tasa más alta? Hay que hacerse estas preguntas. Y sucede algo parecido con muchos otros fenómenos.

Díganos qué país tiene la tasa más alta de suicidios...

Estados Unidos. ¿No es algo sorprendente, ¿verdad?

¿Qué modelo alternativo de economía propone usted, entonces?

Creo que debemos volver a una idea expresada hace 2300 años por Aristóteles: “No se puede ser feliz a solas. Hace falta, al menos, ser dos”. Frente a la soledad y el individualismo de la economía actual, la verdad es que la felicidad del hombre está ligada a la relación con las personas, no con los objetos. ¿Has oído alguna vez la expresión “bienes relacionales”? 

No, nunca. 

Ni tú ni casi nadie. No la conoces porque los medios no hablan de ella. Y no lo hacen por una sencilla razón: las relaciones personales no generan beneficios económicos. Pero este enfoque económico no durará mucho. Las cosas van a cambiar.

¿Por qué?

Porque la gente, sobre todo los jóvenes, está abriendo los ojos, se está dando cuenta de que nos manipulan; y, cuando una persona descubre que le engañan, cuando un joven percibe que el influencer le utiliza para ganar dinero, se rebela y deja de aceptarlo.

A partir de ahí, hemos de apostar por el modelo económico civil, cuyas raíces están en la matriz católica, empezando por la primera escolástica, siguiendo por la segunda -la de la Escuela de Salamanca- y hasta el 1753, cuando nace lo que es propiamente la economía civil en la Universidad de Nápoles. Este paradigma ha tenido un gran desarrollo después, pero se ha ocultado porque habla del bien común y de la felicidad pública

Hoy está emergiendo de nuevo. La visión de la economía que expuso Francisco en 2019 es, de hecho, una recuperación actualizada del modelo civil.

Esa propuesta habla de pasar de un modelo de producción lineal a otro de tipo circular. ¿Podría explicarlo?

El modelo de producción que siempre ha utilizado la teoría económica ‘mainstream’ es el lineal, que tiene un problema: contabliza los costes directos (compra de materiales, sueldo de los empleados...), pero no los indirectos. Así, una empresa que tiene una fundición no tiene en cuenta los costes que el humo expulsado a través de sus chimeneas supone para quienes viven a su alrededor. 

Evidentemente, la empresa que contamina lo hace porque no quiere gastar dinero en poner filtros de humo o lo que sea necesario para evitarlo. Por eso, en el modelo circular muchas empresas deberán cambiar sus métodos de producción. Es fundamental que esto suceda, por ejemplo, si hablamos del problema de los plásticos.

Hablemos de él.

Piensa en el excedente de plásticos que genera la industria. Junto al petróleo, es la principal causa de contaminación, porque el plástico no se puede incinerar. Si lo haces, produces dioxina, un contaminante ambiental persistente y, por esa razón, los océanos están repletos de microplásticos que ingiere la fauna marina. Esos microplásticos se encuentran luego en el pescado que comemos y nuestra flora intestinal lo sufre. ¿Por qué hoy existen tantos problemas intestinales que no había antes? Muy sencillo: los microplásticos no te matan rápidamente.

¿Por qué no se impone el modelo circular a través de leyes, si tanto nos jugamos?

Porque las empresas que mantienen un modelo lineal dicen: “Si se nos obliga a adoptar ciertas medidas, cerraremos. Y eso creará desempleo”. Entonces, nos encontramos en una situación de chantaje donde sólo una exigua minoría acepta hoy las medidas del modelo circular. En Italia, por ejemplo, el número de empresas que lo hace está entre el 15% y el 20%.

Con ese panorama, ¿qué esperanzas tiene de que el ser humano construya una sociedad donde economía y bien común vayan juntos?

Se confunden las categorías de bien total, objetivo del modelo capitalista y de bien común, objetivo de la economía civil. Si queremos dirigirnos hacia el segundo es necesario ir más allá del captitalismo, que no es lo mismo que estar en su contra. La meta debería ser hacer que el capitalismo evolucione en una dirección diversa a la del bien total.

Y esto es posible, no es una idea ingenua. El capitalismo ha ido variando de modelo históricamente porque es un sistema muy flexible, se adapta, puede cambiar. Por tanto, el que habla de ingenuidad y no desea mudar su mentalidad lo hace porque no tiene ni idea de economía o porque es un egoísta.

¿La economía civil se encuentra a una distancia cercana del comunismo?

No, porque no es igualitarista, no tiene nada que ver con el comunismo, que ya sabemos cómo ha acabado. La búsqueda del bien común no implica que las empresas deban renunciar al beneficio propio, sino que este ha de ir acompañado del beneficio de los demás. La competición extrema de la economía actual se resume en el dicho ‘mors tua, vita mea’ (Tu muerte es mi vida). El bien común de la economía civil se expresaría, en cambio, con la frase ‘tu vida es mi vida’. Cuando la gente comprende la producción circular, la economía del bien común... y lo aplica, todos terminan satisfechos con los resultados.

Parece que el proceso globalizador ha añadido una nueva amenaza al peligro monopolístico de las grandes corporaciones: su enorme influencia en los gobiernos y en las entidades supranacionales. ¿Cómo podemos proteger a las democracias de los intereses económicos e ideológicos de esos gigantes corporativos?

En Fratelli Tutti, el papa afirma que si el poder político no se libera del “yugo” de los poderes económicos y financieros, no podemos esperar nada de él. Francisco sabe que hoy el primero está al servicio de los segundos. 

Antes de los últimos cuarenta años era al revés. La política marcaba la línea y la economía la seguía. Hoy las grandes decisiones políticas se toman con el visto bueno de las grandes multinacionales. 

¿Cómo podemos arreglar ese vicio estructural?

Creando redes de países como la UE, que tienen más fuerza que una nación a solas. De lo contrario, los países se arrodillarán ante las corporaciones y no al revés. La fuerza de esa unión se ha visto, por ejemplo, en que Google no ha lanzado su inteligencia artificial Bard en la UE porque las agencias de protección de datos del continente están investigando a ChatGPT, de la empresa OpenAI.

Lo sucedido en la UE ha hecho que las cinco grandes ‘corporation’ americanas (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) pierdan muchísimo dinero. Por eso, la vía de escape del contexto actual se encuentra en la comprensión de que los grandes poderes económicos y financieros son un coloso con los pies de barro. Con poco, se les puede hacer caer.

Le veo muy convencido.

Es que las cosas pueden cambiar. Hay que explicar todos estos conceptos y divulgarlos, para que se conozcan. La ignorancia nos convierte en personas manipulables. Y en ella nos quieren mantener los grandes potentados.

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