Richard J. Roberts (Premio Nobel): “Los antitransgénicos tienen mucho dinero y producen películas para asustar a la gente”

IV Congreso Pobreza y Hambre

Richard J. Roberts (Premio Nobel): “Los antitransgénicos tienen mucho dinero y producen películas para asustar a la gente”

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Richard J. Roberts (Premio Nobel): “Los antitransgénicos tienen mucho dinero y producen películas para asustar a la gente”

Ha participado en el IV Congreso Internacional Pobreza y Hambre el bioquímico británico y Premio Nobel de Medicina Richard J. Roberts, uno de los científicos más comprometidos con la divulgación entusiasta de los organismos modificado genéticamente (OMG) en el área de la nutrición y con el propio congreso de la Universidad Católica de Valencia (UCV).

Fueron precisamente sus descubrimientos en la estructura del ADN los que le valieron el reconocimiento de la Real Academia de las Ciencias de Suecia en 1993 y fue también su profundo conocimiento sobre la materia lo que le llevó en 2016 a impulsar el famoso manifiesto firmado por 110 premios Nobel a favor el cultivo de transgénicos y contra la oposición a estos de muchas organizaciones ecologistas. Como indicaba el título de su conferencia, Roberts cree que los alimentos modificados mediante la genética son la opción más adecuada para acabar con el hambre en el mundo.

En 2016, durante el primer Congreso de Hambre y Pobreza de la UCV, afirmó usted que la postura de Greenpeace y de los partidos verdes contra los alimentos transgénicos era un “crimen contra la humanidad”. ¿Sigue pensando lo mismo? ¿Cree que hoy esos posicionamientos son aún más inmorales, pasados siete años?

Sí, en efecto. Cuando Greenpeace comenzó a atacar a los cultivos transgénicos dijeron que no se habían realizado suficientes experimentos científicos para demostrar que eran seguros. Constantemente pedían más. Esos experimentos ya se han hecho muchas veces y se ha garantizado la seguridad de los OMG. Sin embargo, Greenpeace se niega a reconocer la ciencia y, simplemente, se dedica a repetir sus viejos argumentos. En mi opinión, esto es un crimen contra la humanidad.

¿Cómo puede alguien dormir por la noche cuando 800 millones de personas pasan hambre y se les niegan las soluciones? Las personas anti-OMG viven sobre todo en Europa y lo que están haciendo es negar activamente la tecnología que puede ayudar a alimentar a las personas en los países en desarrollo. Como sabes, el hambre no es un problema en Europa.

Ya que habla de Greenpeace, en su página web esta organización celebra que en Europa ya sólo se cultivan OMG en España y Portugal y justifican su alegría con un manifiesto internacional firmado “por más de 300 científicos independientes” en el que aseguran que “no existe un consenso científico sobre su seguridad”.

Están equivocados. En los últimos treinta años ha habido una gran cantidad de alimentos transgénicos consumidos tanto por personas como por animales y no se ha identificado ningún problema creíble. En particular, la papaya GM y el maíz BT en los EE. UU. se han consumido en grandes cantidades sin problema alguno. En Europa, por ejemplo, se importan cada año millones de toneladas de alimentos genéticamente modificados para animales y no se ha detectado problema alguno.

Se han esgrimido argumentos contra los cultivos transgénicos como el siguiente: durante el proceso de ingeniería genética se usan genes que otorgan resistencia a antibióticos para identificar las células con la modificación deseada. Existe la preocupación de que dichos genes puedan ser transferidos a microorganismos, originando cepas resistentes a los antibióticos.

Ese es un argumento estúpido; otro más de la lista. No hay evidencia científica de ese problema y, sobre todo con las técnicas más nuevas, no es necesario en absoluto utilizar antibióticos. Incluso en los métodos anteriores, en los que sí se usaban, solo se hacía en aquellos para los que ya había resistencia a los antibióticos en la microbiota intestinal.

Otras personas contrarias a los OMG utilizan un argumento económico: el mercado de semillas transgénicas está dominado por muy pocas compañías multinacionales y eso provoca un grave riesgo de oligopolio.

Esa idea no se sostiene con la lógica. Si bien en la actualidad sólo las grandes empresas agrícolas pueden permitirse las pruebas extremadamente caras que son necesarias para satisfacer las preocupaciones regulatorias, al flexibilizar las regulaciones y reconocer la seguridad inherente de los cultivos genéticamente modificados, las pruebas apropiadas podrían realizarse a muy bajo coste.

De todos modos, las grandes empresas agrícolas no están interesadas en las naciones en vías de desarrollo -donde gran cantidad de cultivos suelen ser, más bien, específicos de cada país- porque no ganarían dinero. En cuanto se reconozca la seguridad inherente de los cultivos transgénicos, las regulaciones apropiadamente flexibilizadas harán que estas tecnologías estén ampliamente disponibles para todos. Los científicos del mundo en desarrollo pueden producir fácilmente los cultivos trasngénicos y los gobiernos locales pueden asegurarse de que estén fácilmente disponibles a precios asequibles para los consumidores de esos países.

Si la ciencia apunta claramente a la inocuidad de los alimentos transgénicos, si la FAO y la OMS han hablado de forma explícita en favor de su consumo, ¿por qué todavía tienen mala prensa? ¿Tan poderosos son esos movimientos ecologistas?

El mayor problema es que los anti-OMG disponen de grandes sumas de dinero y producen campañas publicitarias para apoyar sus argumentos y películas para asustar a la gente. Desafortunadamente, los científicos no tenemos ese poder económico y los gobiernos no subvencionan acciones educativas que informen a la ciudadanía sobre los resultados de nuestras investigaciones. El desequilibrio es, entonces, enorme. La gente anti-OGM ha hecho un muy buen trabajo metiendo miedo a la gente y, cuando la gente ya está asustada, es muy difícil tranquilizarla.

La Unión Europea y Nueva Zelanda continúan sin excluir a las nuevas técnicas de edición genética de la regulación como OMG, como sucede con la prometedora y revolucionaria CRISPR. ¿Cómo valora esta decisión?

Mi posición es ambivalente respecto a si la edición de genes con CRISPR debe considerarse un método OMG o no. En mi opinión, lo es, al igual que la cría tradicional es una modificación genética. Ahora bien, si las tecnologías basadas en CRISPR se aceptan, quizás eso aliente a las personas anti-OGM a detener su demagogia.

Para acabar con un tono positivo, ¿qué nuevos pasos cree que deben darse a nivel político para que los OMG desarrollen toda su potencialidad como herramientas contra el hambre?

Es muy sencillo, los políticos deben dejar de fingir que la biotecnología moderna utilizada para mejorar la producción de alimentos es peligrosa e implantar las mismas normas para el cultivo tradicional y para los muy superiores métodos modernos. Es decir, los políticos deben escuchar a los científicos cuyas investigaciones financian.

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