Enrique Rojas: “Las enfermedades psicológicas de hoy son la permisividad y el relativismo”

Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud

Enrique Rojas: “Las enfermedades psicológicas de hoy son la permisividad y el relativismo”

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Enrique Rojas: “Las enfermedades psicológicas de hoy son la permisividad y el relativismo”

En el centro de la reciente jornada Medicine Talks, organizada por la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad Católica de Valencia (UCV) y el Colegio Oficial de Médicos de Valencia, no se encontraba ninguna nueva técnica quirúrgica, ningún tratamiento revolucionario, ninguna tecnología sanitaria de estreno; el axis de este encuentro entre estudiantes y profesionales ha sido el paciente, la persona en situación de enfermedad.

Del ser humano sufriente sabe mucho el famoso médico y divulgador Enrique Rojas, director del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas. Catedrático emérito de la Universidad de Extremadura, se especializó en la investigación y tratamiento de la ansiedad y la depresión, señaladas por muchos como las enfermedades de nuestro tiempo. El tiempo occidental, entiéndase.

Su último libro, Todo lo que tienes que saber sobre la vida (Espasa, 2021), es “un GPS para orientarse en los grandes temas de la vida”, según indicó en Madrid hace justo un año durante la presentación de la obra. Con varios millones de ejemplares vendidos por todo el mundo, el éxito editorial de Rojas no es de extrañar. Al fin y al cabo, ¿quién no quiere saber qué autopista lleva a la felicidad?

¿Existe realmente la felicidad como estado permanente, o más bien lo que debemos hacer es eliminar su tercera acepción en el diccionario de la RAE: “Ausencia de inconvenientes o tropiezos”?

Hay dos tipos de felicidad. Por un lado, la puntual: los felices sueños, el feliz fin de semana, las felices navidades… y, por otro, la estructural, que es suma y compendio de la vida personal. Y esa explora la biografía. Es decir, la felicidad completa y total se da en el otro barrio, aquí no existe porque la vida siempre es incompleta, provisional, interminable, siempre hay huecos y fallos.

Ha afirmado usted que la felicidad consiste ante todo "en hacer algo grande con la vida que merezca la pena". ¿Basta con formar una familia o sacarse una carrera, por ejemplo, o hay que llegar a crear una empresa, escribir un libro, conquistar Hollywood…?

La grandeza supone tener dos cosas: una personalidad equilibrada –no perfecta, sino una personalidad en la que uno se siente bien- con las menores aristas posibles y un proyecto de vida coherente y realista, cuyos componentes son el amor, el trabajo, la cultura y la amistad. Por eso, hay que cultivar la vida profesional, la vida afectiva, la vida cultural y las amistades. Estos son los cuatro grandes arbotantes de la felicidad.

Las predicciones del Foro Económico Mundial celebrado en Davos en 2016, en las que se estableció la conocida Agenda 2030, arrancaban con una frase que ha resultado muy polémica: “En 2030 no tendrás nada y serás feliz”. ¿Qué le parece esta afirmación?

Hay dos concepciones sobre la felicidad en la historia de la humanidad. La primera sería la felicidad “por la suma”, que se traduce en la acumulación de cosas: dinero, triunfo, salud… La segunda es la felicidad “por la resta”, inspirada en la tradición cristiana y que personifican fundamentalmente tres grandes personajes: santa Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz y fray Luis de León. Consiste en quitarle lo material a la vida y primar la visión espiritual.

Según el feminismo predominante, las mujeres no podrán ser felices hasta que no derroquemos el patriarcado. ¿Qué cree usted?

Que el ser humano, hombre y mujer, puede ser igualmente feliz. La clave es el programa de vida concreto, realista y con ilusiones que le acabo de comentar. La felicidad consiste en ilusión.

¿Cuánta facilidad tenemos para sabotear nuestra propia dicha?

Para ser feliz, entre otras cosas, hay que moderar las ambiciones, no pedirle a la vida lo que no nos puede dar. Además, es necesario tener siempre una visión positiva tanto personal como del entorno, a pesar de los pesares.

Pero hay pesares que rompen básculas. ¿Cómo mantener esa visión positiva contra viento y marea?

Hemos de educar la mirada para descubrir más lo bueno que lo malo, desarrollar una capacidad interpretativa positiva. Es necesario un fondo optimista de la vida, esperar siempre que las cosas puedan ir a mejor. Siendo realista, por una parte, y siendo positivo, por otra. Se trata de una educación psicológica que requiere tiempo.

¿Las heridas del pasado las cura el paso de los años, un psiquiatra, Dios…?

La felicidad consiste en tener buena salud y mala memoria. La capacidad para olvidar las cosas negativas del pasado es salud mental y ello supone reconciliarse con los propios traumas e impactos negativos. Ahí entran el terapeuta y Dios. Para las personas religiosas, Dios es el primer argumento; está recogido en el Evangelio: “Yo soy el camino, la verdad y la vida…El que cree en mí no anda en tinieblas”.

Denos unos primeros consejos para reconstruir una autoestima dañada.

La autoestima es un concepto moderno en la psicología. Es la capacidad para valorarte a ti mismo, saber que vales, que sirves, que funcionas; y, al mismo tiempo, saber perdonarte los errores en cuestiones esenciales. Una buena autoestima consiste en reconocer lo positivo, darte cuenta de tus fallos y pasar página. Y también en tener objetivos concretos, que sean medibles. “Quiero ser mejor” no es nada. “Quiero leer más libros cada mes”, “quiero tener una mejor relación de diálogo con mi mujer”, “quiero estar más pendiente de mis hijos y dedicarles un día a la semana”: eso sí son cosas concretas.

Complete la frase: “La familia es una fábrica de…”

De amor y disciplina; de corazón y de cultura.

No sé si usted conoce el meme de ¡Por fin es viernes!...

Sí, sí, lo conozco.

¿Cree que en las sociedades occidentales vivimos para el fin de semana, para las vacaciones? Quizás el abandono de la religión y de las ideologías en la segunda mitad del siglo XX (aunque ahora estas últimas parecen estar volviendo) nos han dejado sin más objetivos que esos.

La religión bien entendida es la rebeldía del hombre que no quiere vivir como un animal. Mircea Eliade, que era un famoso profesor de Historia de las religiones en la Universidad de Chicago, dijo que la religión más completa era la cristiana. Se ha hablado de las religiones del libro, refiriéndose al Evangelio, la Torah, el Corán, el Ramayana o el Mahabharata; pero el cristianismo no es la religión de un libro, sino de una persona. Ser cristiano es conocer y amar a Jesús de Nazaret.

En un mundo en el que desaparece la fe, volvemos a los dioses: el dinero, el sexo, el poder, el triunfo… o, intelectualmente, a los cuatro caballos del Apocalipsis: hedonismo, permisividad, relativismo e individualismo, que hilvana a los tres anteriores. Son los nuevos dioses, que no tienen fundamento.

Esto me recuerda que la diputada Cayetana Álvarez de Toledo afirmó hace unos meses en una entrevista que la enfermedad de la posmodernidad es el “victimismo”. ¿Está usted de acuerdo?

No , yo creo que el binomio de enfermedades psicológicas de la posmodernidad son la permisividad y el relativismo.

El concepto de relativismo lo tengo claro, pero ¿a qué se refiere en concreto al hablar de permisividad?

A que todo está permitido, a que no hay terrenos que no se puedan transitar, salvo que estén recogidos en el Código Penal.

Entrevistando a unos historiadores hace poco, lamentaban la reducción de horas de las asignaturas humanísticas en Secundaria y Bachiller en las últimas reformas educativas. Sin ellas no hay “educación integral”, decían. Uno de ellos afirmaba que las humanidades “abren la mente y hacen que la vida valga un poco más la pena ser vivida”. Usted ha dicho que la cultura es uno de los “arbotantes de la felicidad”, nada más y nada menos.

La educación integral, como su nombre indica, es la capacidad para mezclar, con arte y oficio, lo físico, lo psicológico, lo social, lo cultural y lo espiritual. Todo junto y a la vez. Cuando la educación es solamente física y psicológica, nos quedamos cojos. En los últimos años han faltado dos aspectos de la educación en la Unión Europea: la cultural y la espiritual.

La cultura es libertad, el conjunto de conocimientos que hacen al ser humano más noble. Hablamos de la literatura, el arte, la música y un largo etcétera. La educación espiritual es aquella que nos hace encontrar respuesta o dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida; ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos? En ese sentido, la segunda pregunta es mucho más importante que la primera, aunque las dos son complementarias.

Incluyendo a la espiritualidad en lo educativo le dirán a usted por ahí que es un antiguo, que importan más otras cosas. 

Mira, en una entrevista reciente, un periodista alemán le preguntó a Benedicto XVI qué era la felicidad y le contestó con esta sentencia: “La felicidad consiste en conocer y amar a Dios”. Es decir, no se puede amar lo que no se conoce, y mucha gente no ama a Dios porque no tiene a nadie que le haya ayudado a descubrirlo.

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