La religión no es el problema (María Muñoz, Las Provincias)

La religión no es el problema (María Muñoz, Las Provincias)

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El continente africano y las naciones que lo componen tienen por delante un conjunto de retos de difícil solución por su complejidad e interacción entre ellos. En estos momentos, la prioridad debería ser la búsqueda de un mínimo equilibrio que pudiese restar presión social. En el imaginario colectivo de África, no se encuentra, aunque así sea, que, entre las 10 economías más emergentes, seis sean africanas (Etiopía, Ghana, Costa de Marfil, Ruanda, Senegal y Sudan del Sur); lo primero que nos viene a la mente es que los 10 países que se enfrentan a un mayor problema de radicalización social se encuentran en África.

El hecho concreto, la radicalización, y que en África existen dos docenas de grupos que operan en catorce países, algunos con conexiones con el Daesh y Al Qaeda, da lugar a una gran inseguridad, aunque no generalizada en el continente. La inestabilidad y sus consecuencias, directas como la violencia o indirectas como la hambruna, obligan a buscar las causas de la misma. Si antes hablaba del imaginario colectivo, ahora de romper perjuicios, porque la religión no está siendo una causa de radicalización en el continente africano.

El análisis 360º promovido por el Instituto de Estudios Estratégicos e Internacionales (IEEI), que conjugó las visiones militar, social y económica, puso de manifiesto que la religión no es el factor que lleva a la radicalización, sino el pretexto utilizado por los grupos violentes para justificar sus acciones. En el continente africano, la libertad religiosa sufre la violencia intercomunitaria y yihadista.

La convivencia, más o menos pacífica, de las diferentes comunidades y etnias se ha quebrado en la última década. Durante este lapso de tiempo, los grupos yihadistas están fomentando las desavenencias preexistentes entre etnias y comunidades para generar la inestabilidad en la zona, llegándose a presentar como garantes de seguridad o alternativa a los líderes locales. Situaciones que han llevado a los países africanos a casi monopolizar el listado de los 26 países que sufren las violaciones más graves contra la libertad religiosa y ha creado un sentimiento de oposición a gobiernos “etnificados” y a la sobre-secularización.

Al descartar la religión como principal factor de radicalización, es preciso subrayar aquellos componentes que juegan un papel relevante, como la falta de oportunidades y recursos, el sentimiento de injusticia o discriminación, la debilidad del Estado y la falta de oportunidades, entre otros. Son múltiples los factores que llevan a los jóvenes a unirse a sus filas, desde el miedo, el status que les aporta dentro de la comunidad, hasta la asimilación a una forma de acción gubernamental.

Sin perder de vista las causas de la radicalización, encontramos como fuente de inestabilidad y violencia el hecho que en un mismo espacio se aglutinan milicias, grupos violentos, grupos yihadistas, bandas criminales y crimen organizado, así como las estructuras de seguridad de los Estados. Estamos ante sociedades fuertemente armadas, en la que la seguridad la proporciona la misma comunidad a través de la creación de milicias, y un Estado cuyas fuerzas policiales además de no contar con la capacidad necesaria, son acusadas de violaciones constantes de los derechos humanos.

Estamos ante un complejo escenario al que se suman los intereses internacionales, que más allá de China, EE.UU., o Europa, encontramos a Arabia Saudí y Somalia en el caso de Mozambique, y a Rusia y Turquía en el del Sahel; el crimen organizado internacional, que transciende al propio de los grupos terroristas; y el comercio de armas, con Rusia como principal proveedor de armamento en el Sahel. Un escenario que en palabras del director de ACN España, Menéndez Ros, África se ha convertido en “el nuevo Oriente Medio” ya que “extremistas islámicos con experiencia en Siria e Irak" se han desplazado al continente. La penetración de las redes yihadistas transnacionales tiene como objetivo convertirse en “califatos” transcontinentales.

En un enfoque a largo plazo, debemos prestar atención a la evolución de la interconexión entre el crimen organizado internacional y local, así como el crecimiento del número de cristianos en el continente africano, de acuerdo al estudio publicado por la revista Sociology of Religion de Oxford Academic, o la tendencia que se está observando del surgimiento de sectas religiosas, tanto en el islam como en el cristianismo.

Es momento de recapitular, de contextualizar esta realidad en base a la importancia de incidir en la seguridad, el desarrollo y la gobernanza. No podemos concentrarnos exclusivamente en una sola visión, debemos defender un “enfoque exhaustivo” que abogue por trabajar conjuntamente entre las diferentes instituciones y desde múltiples enfoques. Es precisamente la OTAN la que defiende esta línea de trabajo y la Unión Europea la que apuesta por el nexo entre Seguridad y Desarrollo.

María Muñoz de Prat

Directora técnica del Instituto de Estudios Estratégicos e Internacionales

Universidad Católica de Valencia

 

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