Embriones humanos sintéticos: excediendo los límites (Julio Tudela y Lucía Gómez-Tatay, Valencia Plaza)

Embriones humanos sintéticos: excediendo los límites (Julio Tudela y Lucía Gómez-Tatay, Valencia Plaza)

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Hace poco más de un año se publicaba en la prestigiosa revista científica Nature la producción de un embrión artificial a partir de células troncales humanas que pudo implantarse en una especie de útero también artificial.

Estos embriones artificiales se han denominado blastoides, en referencia al blastocisto, que es el embrión en la etapa en que ocurre la implantación uterina. Para generarlos se utilizaron células troncales humanas de distintos tipos, incluyendo células troncales embrionarias y células pluripotentes inducidas (las cuales se obtienen reprogramando células adultas a un estado de desarrollo semejante al embrionario). Posteriormente, estos embriones artificiales se pusieron en contacto con una especie de útero artificial, que consistía en un conjunto de células del endometrio que recubre el interior del útero. Los investigadores comprobaron que, al añadir estrógenos y progesterona en la misma cantidad que se produce durante el embarazo, los blastoides se adherían a las células endometriales, simulando la implantación. Los investigadores esperaban que este modelo artificial embrión-útero permitiera estudiar el fenómeno de la implantación en mayor profundidad, permitiendo conocer mejor las causas de los abortos espontáneos.

Con este mismo objetivo, se han publicado en algunos medios recientemente los resultados, aún no publicados en medios científicos contrastables, del trabajo liderado por el científico palestino Jacob Hanna, quien ha afirmado conseguir imitar por primera vez una de las fases más desconocidas del desarrollo embrionario de una persona. Ello implica haber logrado el desarrollo de todas las estructuras embrionarias, a diferencia de los ensayos anteriores, lo que supone un paso más hacia la reproducción humana prescindiendo de la fecundación.

Paralelamente, hemos conocido los resultados obtenidos por el equipo de la Dra. Magdalena Żernicka-Goetz, profesora de biología e ingeniería biológica de la Universidad de Cambridge y del Instituto de Tecnología de California, quien afirmó en el diario británico The Guardian que podía crear modelos similares a embriones humanos mediante la reprogramación de células troncales embrionarias, lo que diferencia este experimento del antes mencionado del equipo del Dr. Hanna, ya que en este caso sí se ha desarrollado una modificación genética de las células troncales embrionarias utilizadas. Previamente, publicó distintos experimentos con ratones dirigidos también a la obtención de embrioides.

Además, afirman, no solo se obtienen preudoembriones por este procedimiento, sino que también podrían derivarse por este método células germinales, ovocitos y espermatozoides. Esta posibilidad también se enmarca en los intentos de lograr la reproducción humana obviando la reproducción sexual.

¿Cuál es la valoración bioética de estas prácticas? En primer lugar, en ambos experimentos, tanto el de Hanna como en el de Żernicka-Goetz, se parte de células troncales embrionarias, procedentes de embriones humanos generalmente sobrantes de reproducción asistida, de los que se extraen las células troncales pluripotentes, lo que implica necesariamente su destrucción.

En segundo lugar, el Dr. Hanna afirma no haberlas modificado genéticamente, pero, en realidad, las ha sometido a estímulos químicos para lograr el desarrollo de todas las estructuras embrionarias, lo cual puede provocar cambios epigenéticos que condicionan la expresión genética en el embrión. En el segundo trabajo, el de la Dra Żernicka-Goetz, sí se produce una edición genética de las células troncales embrionarias utilizadas, con el fin de lograr el desarrollo de las estructuras embrionarias y extraembrionarias. Por tanto, este segundo experimento merece la misma consideración bioética negativa que en el caso anterior, con el agravante de que se ha desarrollado una manipulación genética de las células precursoras del embrión, de consecuencias no predecibles, en el futuro hipotético de que se promoviera su desarrollo hasta el nacimiento.

En tercer lugar, los embriones producidos, que son humanos, se generan para ser destruidos. El argumento de que no pueden desarrollarse hasta el nacimiento no es suficiente para no considerarlos individuos de la especie humana. Dado que comparten la dotación genética humana y muestran la capacidad de desarrollarse en sus primeras etapas evolutivas, resulta muy complicado establecer qué grado de diferencias con los embriones humanos obtenidos por fecundación deben constatarse para clasificarlos como verdaderos embriones o, por el contrario, como pseudoembriones, embrioides, blastoides o modelos semejantes a embriones.

Así pues, por el principio de prudencia, mientras esta cuestión no se resuelva, deberían ser tratados como humanos, hasta que estas diferencias se evidencien suficientemente como para incluirlos en una u otra clasificación. Todo ello apoya el rechazo bioético hacia su producción en las circunstancias actuales.

Además, es importante resaltar que estos resultados no han sido publicados oficialmente en revistas científicas todavía, por lo que no se conocen los detalles precisos de estas investigaciones, necesarios para una valoración más exhaustiva.

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