España en la poesía y en el teatro del jovencísimo Karol Wojtyła (Carmen Álvarez, Paraula)

España en la poesía y en el teatro del jovencísimo Karol Wojtyła (Carmen Álvarez, Paraula)

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En este mes de noviembre hemos rememorado la primera visita que Juan Pablo II hizo a España, hace ahora 40 años. No fue el único viaje, pues le siguieron otros cuatro, pero sí fue el más largo, de diez días de duración. Fue, sin duda, un acontecimiento eclesial memorable, que se sumaba a la secular historia de las relaciones entre España y Polonia. El cruce de caminos históricos y culturales entre ambas naciones se remonta al siglo XII, y, en concreto, al matrimonio en segundas nupcias entre el entonces rey de Castilla, León y Galicia, Alfonso VII, y la princesa Ryska, perteneciente a la dinastía polaca de los Piast.

Expresión lograda de la fecundidad cultural de este intercambio entre la tradición eslava e hispana es el surgir del hispanismo polaco, con el que el joven Karol Wojtyła pudo familiarizarse durante su paso por la universidad. Su gusto e interés por la literatura polaca y universal le movió a iniciar, en octubre de 1938, los estudios de Filología polaca en la Universidad Jaguelónica de Cracovia. Karol Wojtyła acababa de cumplir 18 años. La capital vivía por entonces un gran florecimiento artístico y cultural, expresión del ambiente de libertad y de creación artística que disfrutaba la Polonia de entreguerras. Durante su primer año de estudios, Wojtyła participó en numerosas tertulias y veladas poéticas, intervino en los encuentros de estudiantes de la sección literaria del Círculo de Literatura polaca y organizó reuniones de autores para estudiantes de lengua y literatura polacas.

La universidad contaba por entonces con una antigua cátedra de Filología Románica, fundada en 1892, que ofrecía cursos de español y seminarios sobre literatura hispana, en los que se estudiaba a los grandes autores del Siglo de Oro español. No es difícil imaginar que Karol Wojtyła fuera uno de los estudiantes que frecuentara esos cursos de hispanística. En ellos pudo familiarizarse con autores españoles de la talla de Gustavo Adolfo Bécquer, Calderón de la Barca, o Cervantes, a quienes evocará ya en las primeras composiciones poéticas y teatrales escritas en estos años de juventud. De Bécquer, Wojtyła recordará sus leyendas: El Miserere, El rayo de luna; y, a propósito de la primavera cultural polaca, que la nación perdió a causa de la ocupación nazi, nuestro autor evocará el famoso verso del poeta español: “Volverán las oscuras golondrinas…”. En sus obras de teatro encontramos también trazos hispanos, especialmente el tema calderoniano del theatrum mundi. De Cervantes, Wojtyła se servirá a menudo de la figura de Don Quijote y del ideal del caballero andante para describir al hombre como un ser buscador, pasajero y transeúnte, un hidalgo que recorre los caminos de su propia interioridad, en busca de sí mismo y de su identidad. Conviene recordar que, hasta bien entrado el siglo XX, la obra cervantina y el mito quijotesco gozaron de una particular admiración en la literatura polaca. Wojtyła conocía bien el Quijote versionado de Fredro, Norwid o Słowacki, aunque fue la versión de Lopalewski la que más atrajo su interés.

En ese ambiente universitario, Karol Wojtyła amplió aún más el conocimiento de los místicos españoles, especialmente de san Juan de la Cruz. El contacto de Wojtyła con la tradición carmelita había comenzado ya en su ciudad natal de Wadowice. El pequeño Karol solía ir con su padre al monasterio carmelita que se encontraba cerca de su casa. Y, cuando comenzó los estudios en la universidad, Wojtyła siguió manteniendo contacto con los dos monasterios carmelitas que había entonces en Cracovia. Esta cercanía con la tradición carmelita explica por qué algunas temáticas y símbolos poéticos de la mística sanjuanista están ya muy presentes en la obra literaria juvenil de Karol Wojtyła. En contra de cuanto afirman la mayoría de los biógrafos de Wojtyła, el acercamiento de Wojtyła a los escritos y a la mística de san Juan de la Cruz sucedió mucho antes de su encuentro con Jan Leopold Tyranowski, que los biógrafos sitúan en marzo de 1940.

Conviene tener en cuenta, además, que, en esta época, la influencia de lo español era una variable importante en la conformación de la cultura polaca. El misticismo español, que durante los siglos XVI y XVII era conocido solo en el ámbito de los monasterios, en el siglo XIX encontró amplia resonancia entre los grandes literatos románticos polacos. Es posible, por tanto, que Wojtyła también se familiarizara con la mística española a través de la lectura de los grandes poetas del Romanticismo polaco.

Cuando Karol Wojtyła, ya como Juan Pablo II, pisó tierra española, allá por el año 1982, recompensó con creces una cierta deuda de afecto y gratitud que él tenía con las raíces hispanas de su pensamiento y de su espiritualidad.

Carmen Álvarez Alonso es profesora en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA) y en la Facultad de Teología San Dámaso (Madrid)

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