Sólo la paz es santa (David Guillem-Tatay, Paraula)

Sólo la paz es santa (David Guillem-Tatay, Paraula)

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El siglo XX principió con la Primera Guerra Mundial; al final de la misma coincidió con la pandemia mal llamada “gripe española” y, posteriormente, se vivió el crack de 1929. El siglo XXI ha comenzado con la crisis económica de 2008, le ha seguido la pandemia de la covid-19 y, ahora, la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Sorprendente, pero real. Y la realidad, como decía Xavier Zubiri, está puesta, se nos impone, es imponente: la paz es un anhelo de la humanidad, pero estamos en guerra. Y, como decía Walter Ciszek, lo primero que hay que hacer para resolver un problema es “reconocer y aceptar la realidad de la situación”.

Ante esta situación, la doctrina social de la Iglesia pretende aportar, en palabras de San Pablo VI, principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción. ¿Qué dice, pues, la DSI sobre la paz?

La paz es un atributo esencial de Dios, un don al hombre y un proyecto humano; es ausencia de guerra, y la plenitud de la vida. Jesús es el príncipe de la paz: “En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa” (Lc 10, 5-6). Los discípulos reciben al resucitado su saludo: “La paz con vosotros” (Lc 24, 36; Jn 20, 19.21.26).

La paz es el bien mesiánico por excelencia: engloba a los demás bienes. Es fruto de la justicia y de la caridad. Con lo que, a sensu contrario, la guerra es el fracaso de la paz. El magisterio eclesial condena la guerra. ¿Qué hacer, pues, ante una invasión como la sucedida en Ucrania? La legítima defensa, para defender a la población civil de los delitos de agresión, lesa humanidad, crímenes de guerra, y genocidio, siempre y cuando se cumplan los requisitos ya expuestos por el profesor José Alfredo Peris en un artículo anterior. Todo lo cual no impide lograr la paz constantemente mediante la diplomacia.

Ahora bien, hay que repensar la paz, como dice Jesús Ballesteros, y buscar alternativas a la guerra:

a) Reforzando la diplomacia y las instituciones propias del derecho internacional, como la ONU.

b) Incluido el Tribunal Penal Internacional, el fiscal y los cascos azules como policía internacional.

c) Apostando por el principio de injerencia humanitaria.

d) Proponiendo un desarme general, equilibrado y controlado.

Además, como Iglesia, promover la paz; enseñar que es posible el perdón y la reconciliación, lo cual no anula las exigencias de justicia; luchar por la paz mediante la oración; y ejercer la caridad con los más necesitados, sobre todo con los refugiados, los huérfanos y las viudas.

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