Apuesta por el futuro y la paz: de nuevo, la educación (Cardenal Antonio Cañizares, La Razón)

Apuesta por el futuro y la paz: de nuevo, la educación (Cardenal Antonio Cañizares, La Razón)

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Ha finalizado para muchos el tiempo estival de vacaciones, ahora la vuelta al trabajo y a la normalidad, también en el ámbito escolar a todos los niveles, desde preescolar hasta la universidad. Comenzamos un nuevo curso en parecidas circunstancias a cuando finalizamos el anterior: la pandemia sigue, los problemas derivados y establecidos continúan, problemas nuevos y muy preocupantes han surgido, como el de Afganistán. Un nuevo curso escolar nos hace pensar, mirar al futuro, desde el ahora en que nos encontramos de tiempos recios.

El ámbito escolar y educativo es especialmente sensible a la reciedumbre de nuestro tiempo. No es tiempo para superficialidades, para quedarnos en lo exterior, o en aspectos meramente estructurales o de imagen, sino para ir al fondo, al interior de lo que sucede, en particular, en lo que se requiere al ámbito escolar o educativo. Por estas mismas fechas, hace un año, subrayaba que está muy bien y es necesario e imprescindible estar muy atento a las distancias, a los espacios, a las medidas sanitarias etc... Pero, ¿estamos tan atentos a la cuestión de fondo del educar que es en lo que está en juego el futuro de las personas y de la sociedad, por encima de otra consideración?

Con el trasfondo de la pandemia, del gravísimo problema de Afganistán, de su significado y alcance, de la delicada situación creada en Cuba y en la mayoría de los países hispanoamericanos, allende el Atlántico, sin olvidar el ocaso de Occidente y las directrices del Nuevo Orden mundial, laicista, cargadas de tanta ideología y cerradas a Dios, emprendemos un nuevo curso y se ha de responder en él a toda esta situación, y ofrecer sabiduría, discernimiento, luz y capacidad para hacer posible un mundo y una humanidad nueva, de hombres y mujeres nuevos, una cultura nueva, la civilización del amor. Son fines y contenidos educativos, no sólo competencias, lo que se reclama del sistema educativo.

Una educación centrada en la persona humana, al servicio de las personas para que sean libres, críticas, conscientes, creadoras con la fuerza de la verdad y del amor que generan una sociedad de concordia, para la paz y la justicia, en fraternidad, hecha de hombres con espíritu y sentido, abiertos a Dios, con un nuevo arte de vivir.

La educación para el esfuerzo, el sacrificio, la responsabilidad, la paz, la concordia, son exigencias ineludibles en los procesos educativos que se lleven a cabo, la educación para una ecología integral atreviéndose a pensar y a servirse de la razón y la sabiduría de la verdad para actuar en consecuencia, son aspectos que no podemos ocultar ni dejar de lado en los procesos educativos que se sigan en todo el espectro escolar, tanto básico, como primario, como medio o superior-universitario, si queremos una sociedad libre y democrática, con futuro y esperanza, en justicia que favorezca el respeto al bien de todos, al bien común, no meramente utilitario.

Para ello es necesario ponerse de acuerdo, tener una visión del hombre conforme a su verdad más propia, superar planteamientos ideológicos con tantas ideologías como pululan hoy, muchas de ellas destructivas.

Apremia una educación que vaya más allá de la formación del hombre o de los hombres light, sin alma, sin sentido, del montón, calibrado a la baja conforme a unos parámetros igualitarios, sin rendimiento y sin aportes personales; un hombre o unos hombres que no se cierren a Dios, o que no se les permita la apertura y el camino a Dios. Esto garantizará una educación, a todos los niveles, con grandes horizontes, y con un nuevo estilo y arte de vivir o para vivir. ¿Estamos en esto, o vamos por otros derroteros?

Elijamos: luz, esperanza, verdad, amor fraterno, ganancia, grandeza, alegría, o elijamos pérdida, odio, violencia, mentira, oscuridad, tristeza y ceguera. En nuestras manos está: por una educación en verdad y libertad para un mundo nuevo y en paz, con ánimo y alegría, orientada al bien común, en favor de la persona, no de un objeto inerte y manipulable.

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