Medalla del mérito por la vida a los españoles (Carlos Novella, Las Provincias)

Medalla del mérito por la vida a los españoles (Carlos Novella, Las Provincias)

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La mejor forma de empezar una reflexión es acordándose de todas aquellas personas que han puesto y siguen poniendo en peligro su vida en beneficio y protección de los demás. Este es unos de los pilares en los que se sustenta el bien común. Algunos dirigentes políticos la han llamado, erróneamente a mi parecer, «estado de guerra», cuando es una pandemia.

En este escenario de confusión algunos se han tomado seriamente esta catalogación de estado guerra erigiéndose con el poder de decidir quién vive y a quién se le abandona en su agonía. Seguramente no han aprendido nada en toda su trayectoria vital relacionado con el derecho a la vida. Me alarma pensar que existan políticos y médicos con ideas como la expresada por la jefa de Geriatría de Gante donde advertía que no llevaran a pacientes débiles y ancianos al hospital porque no se podía hacer nada más por ellos y que, para mayor indignación, llevarlos al hospital a morir era inhumano. O como también su colega jefe de epidemiología del Centro Médico de la Universidad de Leiden en Holanda que con tono burlesco acusaba a España y a Italia de luchar en los hospitales por salvar la vida de los ancianos. A ellos dos habría que recordarles que llegarán también a serlo.

Algunas voces en España se han manifestado con el mismo desprecio a la vida. ¿Esta es la sociedad holandesa modélica de plena democracia y boyante economía que se muestra al mundo? La humanidad no se sostiene con esa moral. Lo que me tranquiliza es que no todos los holandeses pensarán igual. En sus manos está que en las próximas elecciones voten por la vida de sus padres, abuelos, vecinos, amigos y no por políticos que bajo el mantel democrático aplauden semejantes barbaridades por razón de Estado. Me quedo con España, con la gente solidaria, con las personas anónimas que dan su mano para levantar al otro, que llevan comida a estas personas débiles para que sobrevivan, que se pasan horas haciendo mascarillas para tantas otras personas, que ofrecen plazas en los hoteles para alojar a los que nos traen comida con sus camiones, a los que protegen las calles, a los que las limpian, a los que nos mantienen informados, a los que en cuestión de horas se agrupan para montar un hospital de campaña, a los que hacen el ingente esfuerzo de seguir con las clases enseñando a distancia, a todo el personal sanitario que sin medios de protección ofrece su vida para salvar la de un anciano de 100 años, a los que reciben con aplausos a los recuperados, a los que rezan por la vida de los demás, a los que se levantan cada mañana para reponer cada estantería con alimentos, a los que cantan para animar, a las industrias que frenan sus cadenas de montaje para montar respiradores, a los que hacen donaciones de material sanitario, a los que salen a sus balcones cada día a las ocho de la tarde para aplaudir y a los que con las sirenas de sus vehículos devuelven esos aplausos animando y expresando de que juntos lo lograremos, en definitiva, a los que ofrecen lo que son por el bien de todos y que se unen para conseguirlo.

Este es el verdadero sentido de la vida, es lo extraordinario del ser humano, la mejor justificación de compromiso y empatía con el otro, los que saben distinguir la vida de lo inerte. No se puede dejar morir a nadie, no se puede despreciar la vida de nadie, no tenemos esa potestad y si pretendemos asumirla será la semilla para que resurjan las atrocidades humanas que tanto han golpeado al mundo.

La sociedad civil española ha dado una lección de humanidad y de responsabilidad al mundo y al actual gobierno español. Despreciar la ayuda privada por no ser pública es despreciar la vida y la dignidad humana. La sociedad civil española en su conjunto ha estado muy por encima del pedrismo-pablismo. Cuánto tenemos que agradecer a nuestros mayores que han pasado por tantas penurias y calamidades para que hoy disfrutemos lo que tenemos. Aplaudo a todos aquellos que luchan por salvarlos, por salvar y acompañar cualquier vida. Ellos son los que merecen la medalla al mérito por la vida.

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