El libro sobre José Bretón, en la PAU (Carola Minguet, Religión Confidencial)

El libro sobre José Bretón, en la PAU (Carola Minguet, Religión Confidencial)

Noticia publicada el

El libro sobre José Bretón, en la PAU (Carola Minguet, Religión Confidencial)

Hace ya meses del intenso debate social que abrió la publicación de 'El odio', de Luisgé Martín, que narra el asesinato de Ruth y José a manos de su padre, José Bretón. La polémica se debió a que la madre de los pequeños salió del silencio en el que se mantenía desde el monstruoso crimen para pedir que se detuviera la venta del libro.

Ahora esta obra ha vuelto a la palestra, pues los preuniversitarios de la Comunidad Valenciana han tenido que comentar en la Selectividad un editorial del diario ABC publicado aquellos días, titulado 'Dar voz a un despiadado asesino', donde se argumenta a favor de la libertad de expresión y de creación artística, pese a que estas se ejerzan de forma molesta, incluso dolorosa, pero no por ello ilegal: “Debe ser lícito que un escritor elija cualquier asunto y pueda publicar sus ideas, aunque alguien pueda definirlos como infames. Eso sí, el autor debe someterse a las críticas que su trabajo provoque, libremente expresadas, incluso al vituperio o al escarnio”, expone el artículo, que alerta también sobre el peligro de abrir la puerta a la censura.

Creo que fue adecuado situar el conflicto, como hizo este periódico, en el análisis de los derechos fundamentales que entraron en colisión y en su ponderación, pues urgía dirimir en esas horas si se vendían o no los ejemplares. Ahora bien, 'El odio' anima también a reflexionar sobre la naturaleza de la literatura, más aún habiendo propuesto este título a jóvenes que precisamente se examinaban de dicha asignatura.

No he leído el libro en cuestión, pero dice su autor que el objetivo ha sido dilucidar una violencia extrema, las condiciones en las que se produce y las implicaciones filosóficas y éticas de la crueldad como una pulsión en lo humano, explorando cómo la sociedad y la psicología individual convergen en actos que desafían la moral. Siendo así, cabe en el terreno de la literatura, que siempre ha tratado realidades complejas y sufrientes, incluidos crímenes que han marcado a sociedades enteras. Emmanuel Carrère y Truman Capote son un ejemplo. Es común que con la escritura se quiera transitar por el filo oscuro de la vileza humana, esa que hace saltar en pedazos la vida entera. Acercarse a la banalidad del mal a la que se refería Hanna Arendt, la que surge en la insignificancia y la simpleza de un sujeto anodino y frío como Bretón, es un ejercicio literario. Si este camino se hace contra la voluntad de la madre de unos niños asesinados brutalmente (yo, desde luego, no lo haría, por legítimo o interesante que pueda resultar) es un tema distinto, y merece, por tanto, un análisis diferente. 

Ahora bien, “una de las tareas de la literatura es dejar ver una posibilidad más allá de la realidad, la posibilidad de cambiarla, de transformarla (...) Si el escritor no es capaz de inmunizar al lector contra la desesperación, entonces tiene que abstenerse al menos de infectarlo de ella”. Así lo señaló Víktor Frankl en la conferencia inaugural de la Semana del Libro en el Hofburg de Viena en 1975. Y también tiene razón: los buenos libros pueden desempeñar un importante papel frente a la enfermedad del espíritu de nuestro tiempo, el sentimiento de falta de sentido o la frustración existencial. 

Así lo consideraba mi profesor de Literatura en Bachillerato, que nos proponía obras como ‘Hamlet’, 'La muerte de Iván Ilich', el Quijote o ‘Crimen y Castigo’, partiendo para su estudio de presupuestos antropológicos. Decía que había que entender a la persona como una unidad en la que se cruzan tres dimensiones (lo físico, lo psíquico y lo espiritual), donde lo espiritual -en cuanto que permite enfrentarse a lo físico y lo psíquico- le da capacidad de autotrascendencia, autodistanciamiento, libertad y responsabilidad. 

Desde esta clave nos ofrecía clásicos que describen la vida misma sin edulcorar, con personajes marcados por la muerte, el dolor y la culpa (la "triada trágica", que decía también Frankl), pero no determinados por estas realidades. Historias donde el sufrimiento azota con su látigo a los protagonistas (por cierto, en estas obras los sufrimientos son, sobre todo, de carácter moral), aunque abriendo la posibilidad de que llegue a tener sentido, incluso frutos. Narraciones que no obvian de qué somos capaces, para bien y para mal. Del referido relato de Dostoievski aún recuerdo su explicación sobre el encuentro de Raskolnikov con Sonia, que le rescatará de su nihilismo y le permitirá emprender el camino de su redención.

En alguna ocasión, este profesor compartió una posible objeción que podía hacerse a sus lecciones, esto es, que tuvieran más interés desde un punto de vista psicológico o filosófico que literario. Pero ¿es lícito deslindar del Cantar del Cid o del Lazarillo su contenido más humano en virtud de un análisis fundamentalmente formal o estructural? ¿Estudiar una obra literaria es pura tarea de disección? Y, sobre todo, ¿será útil a los intereses de mis alumnos y a su vida?, se preguntaba. 

Después de tantos años, aún le estoy agradecida. Mucho.

Calendario

«junio de 2025»
lu.ma.mi.ju.vi.sá.do.
2627282930311
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
30123456

Opinión y divulgación