“La identidad sexual no se inventa: el reto es acogerla como un don y dejarse ayudar”

Presentación de 'Crecer como niños,crecer como niñas' (23 enero)

“La identidad sexual no se inventa: el reto es acogerla como un don y dejarse ayudar”

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“La identidad sexual no se inventa: el reto es acogerla como un don y dejarse ayudar”

El Congreso de los Diputados aprobó el pasado 22 de diciembre la ley trans, que establece en España la libre «autodeterminación de género»; es decir, la capacidad de cualquier persona de escoger su sexo. Los españoles podrán cambiar su nombre y sexo en el Registro Civil sin que medie informe médico o psicológico alguno, simplemente manifestando su deseo de hacerlo, con aval judicial entre los 12 y los 14; con permiso paterno entre los 14 y los 16; y libre a partir de los 16.

Ríos de tinta han corrido y correrán en España, serpenteando las grietas de una ley que se inmiscuye en la dualidad sexuada del ser humano, varón y mujer, y en aspectos esenciales de las sociedades que este ha construido a lo largo de la historia. Uno de esos caudales que discurren contracorriente riega las páginas de Crecer como niños, crecer como niñas (Campomanes, 2022), libro que se presenta el próximo 23 de enero en la UCV.

Aunque no es el objetivo principal de la obra, su autor, el sacerdote y profesor de la UCV Óscar García Mulet, religioso de la congregación Cooperatores Veritatis de la Madre de Dios, refuta con datos la tesis principal de la nueva legislación. No es el deseo personal sino la “naturaleza” quien determina el sexo de cada ser humano: “La mal llamada autodeterminación de género es una falacia; un sueño, citando a Calderón de la Barca, «y los sueños, sueños son»”.

Si la nueva ley tiene el punto de mira desviado, ¿cómo cree que debería afrontarse la realidad transexual?

Prefiero, y así lo hago en el libro, referirme a este fenómeno como «deseo de cambio de sexo», cuestión que responde aun complejo entramado de factores que hay que atender.

Del mismo modo que estudiando las galaxias se descubre que el Universo tiene un comienzo, una brutal expansión que lo origina todo, debemos reconocer que lo que hoy nos sucede, incluida esta realidad, tiene unas causas, responde a una historia relacional vivida que nos ha configurado y a un ambiente social que estimula este tipo de conductas.

La ideología del igualitarismo ha reducido a algo irrelevante la realidad natural, pero lo cierto es que la identidad sexual no es una tierra virgen, es una tierra habitada desde las primeras células de nuestro organismo.

No podemos, entonces, escoger una identidad sexual.

Así es. La identidad no se inventa; el reto consiste en acoger como un don la naturaleza que te ha determinado y dejarse ayudar. Como dice el Evangelio, la masculinidad es un tesoro y la feminidad una perla preciosa que hay que descubrir y custodiar con diligencia suma ante los peligros que puedan roer el tesoro y estropear la perla.

El hecho del dimorfismo sexual (masculino/femenino, macho/hembra) está presente en la naturaleza desde hace millones de años y ha permitido evolucionar a los seres vivos. El proceso de conformación de la identidad sexual se va gestando especialmente en las primeras etapas de la vida. El ser humano es un ser en relación. Por esta razón, nos marcan las relaciones que vivimos desde el útero materno.

Es decir, la madre y el padre, por orden de conocimiento.

Efectivamente. Lo que más nos configura es la relación de nuestros padres entre sí, la paternidad y la maternidad. Necesitamos a ambos, al padre y a la madre. Ninguno de los dos es prescindible. En el aprendizaje de quién soy mi referencia primera es el progenitor del mismo sexo que yo. En el libro se estudia también la repercusión que tiene la aparición de la herida o experiencia de desamor en la masculinidad y la feminidad. En cada etapa se describen algunas heridas que pueden surgir y se dan criterios pedagógicos de acompañamiento, así como algunas preguntas de reflexión que pueden ser útiles para compartir con otras personas.

Esa es, por cierto, una de las intenciones de Crecer como niños, crecer como niñas, por lo que sé: ayudar a padres, educadores en todas estas cuestiones.

Desde mi experiencia de acompañamiento a las familias he podido observar que existe una gran necesidad de tener criterios educativos para educar en una sociedad tan cambiante y donde se da tanta confusión. Por eso este libro está pensado como un subsidio para padres y educadores, que no lo tienen nada fácil. Además de la ley trans, en la actualidad hay un proyecto de ley que habla de 16 tipos de familias; y se han prohibido anuncios publicitarios para niñas que les asocien a bebés, belleza o trabajo en casa, y para niños, que los relacionen con la acción, el deporte o la tecnología.

¿Con qué intención?

Parece que se camina hacia una indiferenciación, o hacia una cultura en la que no exista diferencia entre hombre y mujer porque no interesa que exista. Pero sí que existe. Está ahí en el mundo real, por todas partes. Este libro pone en evidencia, con abundantes estudios y referencias, la relevancia de la diferencia sexual. Y que no tenerla en cuenta puede arrojar secuelas y bloqueos en
la maduración de la persona.
Recordemos que nuestro cerebro es masculino o femenino y eso tiene una correspondencia a nivel afectivo, conductual y espiritual.

¿Cómo es esa maduración? ¿Qué etapas tiene?

Son cuatro, comenzando por la concepción y la gestación, la primera infancia (de 0 a 3 años), la segunda infancia (de 3 a 6) y la niñez (de 6 a 12). Esa es, además, la estructura que he seguido en Crecer como niños, crecer como niñas, aunque hay dos primeros capítulos más bien teóricos que sirven como marco para comprender la visión del ser humano desde una antropología adecuada.

Antropología que, entiendo, parte de la incuestionable dualidad masculina y femenina del ser humano.

Claro, porque el interés principal del libro es describir cómo es el crecimiento propio de niños y niñas, desde su concepción. Como decía antes, las primeras etapas de la vida nos configuran, y ambas, masculinidad y feminidad necesitan un acompañamiento adecuado para madurar. El ambiente actual no favorece que los niños sean niños y las niñas, niñas. Todo lo contrario. Esto requiere por parte de padres, maestros, sacerdotes y catequistas un trabajo en sinergia, una apuesta por la formación y la autenticidad.

Su obra ofrece una perspectiva católica, entonces.

El libro no impone una visión, sino que la propone. Cualquiera puede leerlo, católico o no, porque lo que cuenta es real, pero evidentemente, la fe aporta una luz y una belleza a la realidad que vivimos que no se puede comparar. De hecho, este trabajo es fruto del Magisterio en continuidad de los últimos papas: desde la Teología del Cuerpo de san Juan Pablo II, pasando por Benedicto   XVI y en línea con los retos que subraya Francisco en Amoris Laetitia.

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