El mito en la narrativa audiovisual y la tarea de pensar (José Alfredo Peris, Levante EMV)

El mito en la narrativa audiovisual y la tarea de pensar (José Alfredo Peris, Levante EMV)

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¿Qué alimentos consume con más frecuencia la inteligencia de las personas de las sociedades democráticas actuales? Perdonen la impertinencia de la pregunta, pero usted como yo continuamente nos vemos dedicando tiempo a modos estereotipados de suministrar la información que hacen de nuestras mentes auténticos “bonsáis” cerebrales. Me explico, intente solucionar un problema con el mal llamado smartphone y un número de atención al cliente le conducirá por pasadizos interminables de voces metálicas que multiplican las opciones de elección y los minutos de espera, para acabar con su paciencia de tanto escuchar una educada disculpa “en estos momentos no podemos atenderle…”

O si se mueve en el mundo universitario y quiere concurrir a alguna selección de proyectos de investigación, lo tendrá que hacer sometido a una plataforma informática en la que sus casillas predeterminadas ostentarán una condición de superioridad sobre las pretensiones de originalidad de su proyecto, por la única y sencilla razón de hacer más fácil la evaluación de un proyecto a expertos, en ocasiones, sobrecargados de trabajo que apenas podrán dedicar unos momentos a lo que para usted es el resultado de años de trabajo… y dé gracias si a mitad del proceso la plataforma habilitada al efecto no indica que “Oooops”, hasta aquí hemos llegado… Y tenga que volver a boxes para iniciar el proceso. En ese caso ni siquiera dispondrá de los mensajes corteses de un número de atención al usuario, ni de músicas melancólicas que acompañen el compás de espera…

Y si usted es de edad provecta, olvídese, que a la hora de sacar un billete o una combinación de los mismos para proyectar su viaje, el encontrar una persona amable detrás de un mostrador -que las hay y muchas- cada vez será evaluado como un dispendio insoportable por quienes optimizando las cadenas de servicio consideran que nada más prescindible que ayudar a los mayores, enfermos, etcétera… Que todos deberían tener hijos, sobrinos y nietos que les solucionasen el problema desde un dispositivo informático…

Y no faltará que tenga que leer o escuchar que con ello usted está disfrutando del futuro, de la inteligencia artificial que nos hará la vida mejor, por lo que cualquier disidencia contra los avances de la nueva gestión del conocimiento no es sino síntoma inadmisible de una mentalidad retrógrada. De un alzheimer social que pronostica su pronta retirada hacia el nuevo cementerio social de los desamparados por la web.

Pero, no se moleste si ante un panorama así, uno no se resigna y se atreve a ponerse en la piel de los humildes y señalar, como el niño del cuento, que el emperador va desnudo. Que la pretendida inteligencia artificial que está llamada a gobernarnos -para unos como un logro, para otros como una fatalidad-, no es sino el artilugio con mando a distancia de quienes han impuesto eso desde hace unos pocos años, embaucando con la idea de progreso lo que en realidad es el diseño premeditado del dominio de unos sobre los otros. No soy original, hace años que lo advirtieron C.S. Lewis en el Reino Unido al escribir La abolición del hombre, o más cerca de nosotros José Sanmartín con Los nuevos redentores y Tecnología y Futuro humano. Cada uno a su manera advirtió acerca de la necesidad de vigilancia por parte de las sociedades democráticas para que no se nos hurtara nuestra responsabilidad moral y jurídica sobre la dirección del progreso humano. Y para que el esnobismo de apuntarse a un progreso que se justifica por sí mismo- a una tecnología que se lo permite todo y tapa cuantas bocas sea necesario silenciar acríticamente- sea corregido por una evaluación moral de la ciencia inteligente y verdaderamente comprometida con el desarrollo humano, de todos sí, pero especialmente de los más débiles y vulnerables -personas y pueblos- que es por aquí por donde se ven las vergüenzas de tanta falsa autoimpostura de la pseudociencia como relato omniabarcante que pretende no conocer límites. En un artículo muy reciente, verdaderamente sugestivo, Sanmartín actualiza el camino de lo que hay que hacer: “una crítica de la razón cruel”, un “análisis de los riesgos de una tecnología sin humanismo”.

Hace tiempo que Martha Nussbaum, otra brillante analistas de nuestros días, lleva advirtiendo contra una pretendida educación centrada en lo objetivo que olvida el crecimiento de los estudiantes en sus dimensiones más personales, cuando se les escamotea el encuentro con los mayores logros culturales de la humanidad. Y el recientemente desparecido Stanley Cavell nos advirtió que el cine está llamado a ocupar un lugar muy relevante en esa educación, pues desarrolla las aspiraciones filosóficas de las personas en nuestros pretendidos estados sociales y democráticos de derecho. Y lo hace por una razón muy poderosa: porque el cine democratiza el saber. Efectivamente, porque, decimos nosotros, a los ojos de un espectador entregado a analizar lo que pasa en la pantalla, la vida se convierte en materia de examen, y una anécdota aparentemente trivial por cotidiana puede llevarnos a planteamientos esenciales: ¿vivimos o queremos vivir de un modo verdaderamente humano? ¿O queremos hacer seguidismo de quienes desde los púlpitos económicos, políticos o mediáticos nos hablan sin pestañear de sumarse a la crueldad como un hecho inevitable?

Para pensar sobre esto y sobre mucho más, hemos organizado un Congreso sobre el mito en la narrativa audiovisual los próximos días 13 y 14 en la UCV, en su Campus de Santa Úrsula. Nos reunimos para analizar el papel del mito en la narrativa audiovisual y así potenciar la tarea genuina del pensar, con permiso de Heidegger y Ortega y Gasset. Para suministrar alimento del bueno para las inteligencias -las personas completas- que allí deseen reunirse. Para revisar los imaginarios simbólicos que acompañan nuestras percepciones del mundo, de la mano de los grandes creadores clásicos de universos fílmicos -Capra, Ford, McCarey, Leisen, Chaplin, Keaton, Stevens, Lubistch, Wilder, Kurosawa,…- o de algunos más recientes – Jean Pierre y Luc Dardenne, Aki Kaurismäki, Itziar Boyaín, Mercedes Gaspar, Sofia Coppola, Wim Wenders, Luc Besson, Peter Jackson, Ridley Scott… - El camino del héroe será el punto de convergencia para poner nuestra mirada en tantas vidas para las que lo heroico sigue siendo su pan nuestro de cada día, y que las pantallas nos las recuerdan para que no hagamos de ellas carbón de la historia.

Son relatos que están llamando a estrechar nuestros lazos de humanidad. En tiempos de escepticismo y desunión, de falsas inteligencias y de ínfulas intelectuales insolidarias de todo tipo, el siglo XX y el XXI no han dejado de tener la bendición de unos artistas que saben que nada nos hace más felices que hacer felices a los demás, que socorrer a los desvalidos, que rescatarnos a nosotros mismos recuperando nuestras mejores vibraciones sobre lo humano. O, por terminar con una frase de Clarence, el ángel de la guarda de George Bailey en ¡Qué bello es vivir! de Capra: “nadie es un fracasado si tiene amigos”.

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