Plataformas de colaboración ciudadana contra criminales y desastres naturales (Enrique Estellés, The Conversation)
Noticia publicada el
jueves, 22 de mayo de 2025
¿Es posible colaborar en la resolución de un delito, identificar pruebas que ayuden a identificar a un delincuente o, simplemente, colaborar a que nuestros barrios sean un sitio más seguro? Sí, gracias a las iniciativas de crowdsourcing que en ocasiones diseñan y promueven los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, o grupos organizados de ciudadanos.
Un ejemplo es STOP CHILD ABUSE – TRACE AN OBJECT, que vio la luz en 2017. Promovido por Europol, en esta iniciativa se publican imágenes de objetos (una caja de cereales o un mantel de plástico con un dibujo característico, por ejemplo) que aparecen en fotos con contenido sexual explícito que involucra a menores. Identificar estos objetos es importante, ya que puede permitir determinar la ubicación donde se tomó la foto.
Gracias a este proyecto, se han recogido 28 000 pistas que han permitido liberar a 30 niños y detener a 6 delincuentes sexuales.
El control social formal e informal
La colaboración entre ciudadanos y cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado está a la orden del día. En ocasiones, es la policía quien acude a los ciudadanos para que sean sus “ojos y oídos”. Otras veces, son los propios vecinos quienes denuncian delitos que han sufrido o presenciado, aportando pistas que permiten orientar la acción policial.
En estos casos, es siempre la policía quien está al mando. Actúa respaldada y limitada por una legislación que le permite llevar a cabo su cometido, a la vez que le impide cometer abusos. Es lo que se conoce como control social formal.
Existen también situaciones en las que los ciudadanos deciden organizarse por su cuenta en situaciones excepcionales para, por ejemplo, tratar de disuadir a aquellos tentados de cometer un delito (como sucede con los carteristas en el metro de Barcelona). Aquí, no hay una ley que les respalde porque impedir el delito no es su labor profesional. Por este motivo, hacen uso de la disuasión, la prevención o el control. Es lo que se conoce como control social informal.
Obviamente, excesos como las coacciones o el denominado vigilantismo (anglicismo que hace referencia a aplicar justicia por cuenta propia) son delitos y, por lo tanto, están al margen de este tipo de iniciativas.
Internet ha potenciado ambos tipos de control, permitiendo que tanto policía como ciudadanía pueda llegar a más personas, de manera más rápida y a un coste menor. Así, se benefician de la inteligencia colectiva de la red, que es la que se genera (si se dan las circunstancias) gracias a la colaboración de la multitud a través de iniciativas, en este caso, de crowdsourcing.
Cuando la policía recurre a los ciudadanos a través de internet
En estas iniciativas de control social formal, se puede querer llegar a todo el mundo, como en el caso de STOP CHILD ABUSE – TRACE AN OBJECT. En otras ocasiones, tan solo se pretende involucrar a un grupo de personas muy específico, como los habitantes de una ciudad concreta. Para ello, existen aplicaciones y páginas web que permiten a sus ciudadanos comunicar a las autoridades locales delitos que afectan a su día a día: la realización de grafitis, los daños a la propiedad pública o coches mal aparcados, por ejemplo. Un ejemplo es NYC:311, promovida por la ciudad de Nueva York.
También existen aplicaciones similares para comunicarse directamente con las fuerzas y cuerpos de seguridad, como Alertcops, usada por la Policía Nacional y la Guardia Civil en España.
Organización ciudadana en línea
Por otra parte, hay ocasiones en las que los ciudadanos deciden organizarse por su cuenta ante determinadas circunstancias excepcionales, compartiendo y haciendo pública información de interés. En estos casos, se utilizan plataformas como Ushahidi, que ha permitido a diferentes grupos ciudadanos cooperar para ayudar en catástrofes naturales, evitando robos y saqueos, o denunciar irregularidades en procesos electorales.
A nivel de barrio, otras plataformas como Nextdoor pueden servir de ayuda para poner en contacto a diferentes grupos de vecinos.
Este control social informal puede ser llevado a cabo no por individuos, sino por organizaciones sin ánimo de lucro. Un ejemplo es CrimeStoppers, que permite hacer denuncias anónimas actuando como intermediario entre la policía y la ciudadanía. Esto no quita que exista una estrecha relación con los organismos gubernamentales: la propia web del gobierno del Reino Unido promociona el uso de CrimeStoppers como una forma de realizar denuncias.
Peligros y retos
Cuanto más sensible sea el objetivo de una iniciativa de inteligencia colectiva por internet, mayor será la probabilidad de que algo salga mal. Y el control social aborda temas muy sensibles.
Entre sus desafíos, muchas de las iniciativas mencionadas necesitan compartir información, lo que implica una pérdida de control per se. Si, además, se comparte con miles de personas, la pérdida puede ser aún mayor. Por ello, no todas las iniciativas de control social formal pueden o deben hacer uso de la inteligencia colectiva de internet. Es necesario determinar muy bien qué datos se comparten para mantener el nivel de control deseado.
Por otro lado, la poca o nula supervisión en algunas iniciativas de control social informal puede hacer que los participantes se extralimiten. En los atentados de la Maratón de Boston de 2013, por ejemplo, diferentes usuarios del foro 4Chan comenzaron una investigación paralela al FBI (analizando imágenes, etcétera). El resultado fue que acabaron identificando como terroristas a dos personas inocentes a partir de unas fotos… que acabaron en la portada del New York Post.
Por último, aun cuando todo está controlado y los participantes no se extralimitan, sigue apareciendo un problema típico de estas iniciativas: la motivación para participar es alta al principio, pero luego decae. Por este motivo, los especialistas recomiendan abrir campañas breves con objetivos realistas muy concretos, cuyos resultados ayuden a alcanzar una meta más general.