Rebobinar y comenzar de nuevo (Ginés Marco, Paraula)

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Rebobinar y comenzar de nuevo (Ginés Marco, Paraula)

Era el 21 de mayo de 2025. Bajando las escalerillas del avión, conocí la noticia del fallecimiento del filósofo escocés Alasdair MacIntyre. Había estado leyendo en el viaje su última monografía Ethics in the conflicts of Modernity (2016). Desde entonces, muchos me han preguntado, siendo estudioso de este filósofo, por la importancia de su proyecto intelectual y lo que ha aportado a la cultura. Difícil, porque, en mi opinión, todavía está por llegar a gran parte de la sociedad.

De MacIntyre comencé a ser conocedor, siendo estudiante, con la lectura de Tres versiones rivales de la Ética, mi primer contacto. Y después con su obra emblemática y de mayor influencia After virtue (Tras la virtud). Apenas era conocido con anterioridad a esta obra y resultaba a la sazón una rara avis. Lo primero que me llamó la atención, al profundizar en su obra filosófica, fue su pretensión de iniciar una rehabilitación de la filosofía moral (que ciertamente se hallaba sumida en una profunda crisis en las décadas de los años 60 y 70 del siglo XX). La moral, hasta entonces tenida por válida, había sido objeto de una voladura controlada. MacIntyre provenía de ese ambiente degradado: había abogado primero por el marxismo, y después por el análisis del lenguaje, promovido por la filosofía analítica: una instancia que no iba más allá de cuestiones lingüísticas enrevesadas, pero sin tocar los temas vitales, de la vida cotidiana.

Sin embargo, en medio de ese embrollo, MacIntyre dio de pronto un giro radical a sus planteamientos; y desarrolló, a través de una historia en clave retrospectiva y genealógica de la tradición, una ética de la virtud que tuvo su origen en Aristóteles. Su metodología -heredada de la obra de filósofos de la ciencia como Thomas Kuhn y Larry Laudan- fue recibida con profunda extrañeza y una significativa desconfianza por muchos representantes de la filosofía académica. ¿Un aristotélico? ¿De dónde ha salido? MacIntyre había llegado a la conclusión de que no había más remedio que echar marcha atrás, rebobinar, y comenzar de nuevo: la filosofía moral, sin moral, se encontraba en un callejón sin salida, a merced de los balanceos estériles de los académicos, en una profunda decadencia. Por aquello primeros años de la década de los 90 se suscitó una gran controversia que, tiempo después, MacIntyre confesó en un artículo de referencia y con ribetes autobiográficos “On Having Survived the Academic Moral Philosophy of the Twentieth Century” (2013)-, que se había ubicado en las antípodas de la postura dominante en la filosofía moral contemporánea al diagnosticar tres defectos serios que la invalidaban. Primero, que el estudio de la filosofía moral estaba al margen (o en contra) de la moral, y por esa razón se había distanciado de los problemas reales, sumida en un estado de desorden, fragmentación y contradicción, cayendo en la irrelevancia. Segundo, la exclusiva fijación en el currículo académico por las publicaciones académicas, con ausencia de participación y reflexión. Tercer, la extraordinaria presión ejercida para obtener el status quo, con el resultado del acostumbramiento a escribir lo que está bien diseñado y resulta bonito, pero sin contenido, para asegurar la aprobación del poder académico establecido.

Esta postura burócrata y conformista, causó un fuerte rechazo en MacIntyre, cuando comprobó la hipocresía que supone el que nadie se atreva a criticar la (in)moral moderna y la filosofía que la articula. MacIntyre resalta la importancia para el filósofo moral de vivir en los márgenes, tanto intelectuales como políticos, como condición necesaria “para ser capaz de ver las cosas como son”, visibilizar lo que los demás hacen opaco, como en el cuento del traje invisible del rey desnudo.

A lo anterior habría que añadir la reivindicación que hace MacIntyre de la gramática del disenso, lejana del conservadurismo en el que algunos han querido encasillarlo, y que explica lo arduo que puede resultar apelar a su filosofía en entornos herederos de la Modernidad como los que preconizan las éticas aplicadas.

Sin embargo, y por extraño que parezca, el resultado, aún en germen del legado de MacIntyre, es que ahora es uno de los filósofos más citados en las éticas que tratan de incorporar virtudes en las prácticas profesionales, y no meramente eficacia y eficiencia. Porque para MacIntyre las virtudes no suponen una coacción de la libertad, sino su fundamento: las virtudes se erigen en capacidades, consolidadas por el hábito, de hacer realmente lo que uno ha reconocido como bueno y deseable, y, por tanto, susceptible de crecimiento y mejoramiento.

A MacIntyre le conocí en persona en la Universidad de Chicago en 2018. Tuvimos una conversación, con carácter previo a una exposición oral que presenté. A las objeciones que me hizo una filósofa presente en la sala -a propósito de Aristóteles-, MacIntyre salió en mi defensa, avalando y explicitando mi contribución, mejor de cuanto yo mismo pudiera haberlo hecho.

Al finalizar el Simposio quedamos emplazados en vernos en otro Congreso en la Universidad de Durham (Reino Unido), un evento en el que MacIntyre figuraba como presidente honorario, pero por problemas de salud -como consecuencia de su avanzada edad- no le fue posible acudir. La luz que deja tras de sí su vasto legado nos guíe en nuestro caminar cotidiano. Descanse en paz.

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