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Una tesis analiza las claves culturales que explican el atractivo del mito del vampiro para los jóvenes
lunes, 15 de julio de 2013 Dirigida por la Dra. Eva Lara ha obtenido la calificación de apta ‘cum laude’

La tesis doctoral ‘De Dràcula a Crepuscle: El mite del vampir en la literatura juvenil’, escrita y defendida íntegramente en valenciano por Carme Agustí, profesora de la Facultad de Psicología, Magisterio y Ciencias de la Educación de la Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir” en el Campus de Valencia-Santa Úrsula, ha obtenido la máxima calificación: 'apta cum laude'.

En su tesis, Agustí ha propuesto continuar con la investigación comenzada por ella sobre el vampirismo desde la Didáctica de la Literatura, fundamentalmente desde la Educación Literaria: “Los personajes vampíricos en la literatura y el cine juvenil actual pueden transformarse en motor cultural y de lectura de los jóvenes proponiéndoles textos que podrán llevarlos a leer los clásicos y donde la creación de la competencia lectora de nuestro alumnado será la lanzadera que impulsará el amor por la lectura”.

El estudio realizado por la profesora de la UCV ha incluido, en dicha línea, un “extenso” análisis de la saga ‘Crepúsculo’, de Stephanie Meyer. En opinión de Agustí, la tetralogía de Meyer ha conseguido movilizar a un público juvenil identificado “totalmente” con los componentes de la historia. “Meyer ha unido vampirismo y amor romántico desestructurando por completo el arquetipo vampírico y lo ha reconstruido con una complacencia edulcorada según las necesidades de la época de sus personajes”.

“‘Crepúsculo’ da al lector lo que Meyer piensa que la juventud más valora en la actualidad: la inmortalidad, el placer inmediato, la belleza, la posición económica acomodada y lo que es más interesante, una existencia sin conflictos graves a no ser que lo sean de relaciones amorosas. Meyer ha destruido la esencia de la criatura pues a su vampiro no le afecta ninguno de los elementos de la antigua lucha contra este (el ajo, el crucifijo...). Al no ser ya una criatura diabólica la malignidad ha sido desterrada; el vampiro se ha humanizado”, ha expuesto.

Para Agustí Meyer se dirige a un público juvenil concebido “como aquel que vive en mundo egocéntrico donde no importa nada más que la consecución de las necesidades de una parte de la población”. Además, Dios ha sido desterrado de su libro, en el que el vampiro “es la nueva criatura a la que adorar”; el relato cae así en un “puro maniqueísmo”.

Por otra parte, la docente de la UCV ha considerado que la relación amorosa entre los protagonistas es un “cuento de hadas del siglo XXI que desafortunadamente hace suspirar a la jóvenes que anhelan para su realidad cotidiana la aparición de un Edward que las rescate de su mediocridad”.

“La literatura juvenil posterior a ‘Crepúsculo’ continúa en la misma línea. Generalmente estas narraciones van dirigidas a un público femenino y todas reproducen el mismo esquema narrativo basado en tres elementos: la juventud, el amor y el vampirismo. En estas obras de ocio la subversión que representaba en la literatura fantástica el vampiro ha quedado desterrada. No tiene demasiadas pretensiones académicas y pretende exclusivamente reafirmar las características nihilistas de una parte de los jóvenes”, ha indicado.

Agustí ha recordado que el mito del vampiro se encuentra en todas las culturas y sus leyendas desde la Antigüedad: “De Grecia a Roma, pasando por la cultura hebrea, Asiria y Egipto, el vampiro siempre se ha relacionado con la inmortalidad y el miedo al regreso de los,  lo que nos permite afirmar que las influencias religiosas de la cultura egipcia guardan una estrecha relación en la configuración primitiva del mito”.

Después de la configuración del mito del vampiro -ha señalado la profesora de la Facultad de Ciencias de la Educación- a través de leyendas, historias, tradiciones y “de las figuras históricas de Vlad ‘el Empalador’ y la condesa Erzsébet Báthory”, el personaje pasará a la literatura con la novela gótica. “Literariamente podemos afirmar que el vampiro es hijo del Romanticismo, de una concepción estética basada en nuevos cánones”, ha aducido.

“El primero en esbozar el arquetipo del vampiro literario fue Polidori con su obra ‘El vampiro’, (1819); el de la vampiresa es Le Fanu con ‘Carmilla’ (1872). Será con Drácula (1897), de Bram Stoker, que la concreción del arquetipo quedó completamente asentada. Stoker creó el monstruo más representativo de la literatura que pasará a toda las obras posteriores y su mito llegará hasta la actualidad”, ha remarcado.

La evolución del arquetipo y el cambio “más representativo” en la concepción del mito antes de ‘Crepúsculo’ se dará con ‘Entrevista con el vampiro’ (1976), de Anne Rice. En ella, el vampiro dejará de ser un monstruo y se producirá su humanización en el personaje de Louis, “que constantemente repudiará su alimentación de sangre humana”.

Agustí también ha analizado en su obra lo distintos arquetipos del vampirismo en la historia del cine, desde el conde Orlok pasando por el Drácula interpretado por Bela Lugosi en los años 30, el de Christopher Lee en los 50, las vampiresas de los sesenta, el cambio que supusieron los 80 y 90 hasta el presente.

Esta experta ha destacado el film ‘Drácula, de Bram Stoker’, dirigido por Francis Ford Coppola en 1992, que da una versión completamente diferente del personaje. En la película de Coppola, el vampiro es capaz de amar y llora por amor; nos presenta un amante maldito que será redimido por la amada. El vampiro ya no es un ser maligno por propia naturaleza, sino un condenado a soportar su soledad como una carga eterna.

La tesis ha sido dirigida por la Dra. Eva Lara, Profesora de la Facultad de Psicología, Magisterio y Ciencias de la Educación de la Universidad Católica de Valencia.

El tribunal ante el que Agustí ha defendido su tesis ha estado compuesto por el Dr. Antonio Mendoza, de la Universitat de Barcelona, que ha actuado como Presidente; y el Dr. Carlos Sanz, de la UCV, que ha detentado el cargo de Secretario del tribunal. Han sido vocales del mismo los Dres. Josep Ballester y Josep Vicent García, de la Universitat de València; y la Dra. María González, de la Universidad Ramón Llull.

David Amat / comunicacion@ucv.es