Gran Canciller: Retrato de la Virgen María en Adviento
domingo, 20 de diciembre de 2009
En su carta del domingo, 20 de diciembre, monseñor Carlos Osoro, Arzobispo de Valencia y Gran Canciller de la Universidad Católica de Valencia "San Vicente Mártir" fija su atención en vivir como la Virgen María: filialmente, bajo la acción del Espíritu santo y como miembro de la Iglesia.
Por su interés, reproducimos la carta íntegra del domingo, 13 de diciembre.
RETRATO DE LA VIRGEN MARÍA EN ADVIENTO
Es muy conocida una tradición que hace de San Lucas un pintor extraordinario. Se le atribuía el cuadro de la Virgen que, según Teodoro el Lector, envió la Emperatriz Eudoxia desde Jerusalén a Pulqueria en Roma, y que hoy se conserva en Santa María la Mayor y es venerada bajo la advocación de "Salus populi romani". Es cierto que nadie piensa hoy que este cuadro bizantino del s. IX tenga por autor a San Lucas. Pero aunque éste no fuera profesional del pincel, todo el mundo acepta hoy que él es el Patrón de los pintores. Pocas obras literarias han inspirado a tantos artistas como los escritos del tercer Evangelista. ¡Cuántos cuadros han dado imagen plástica en los lienzos a episodios evangélicos que son exclusivos de San Lucas! Pero además, nadie como San Lucas ha legado a la humanidad el retrato más completo, bello y delicioso de María, dibujado con su pluma en los dos primeros capítulos de su Evangelio. Hoy quiero acercaros algunas de las pinceladas del rostro de María que aparecen en San Lucas.
Hay que decir, que las referencias más importantes a María, las encontramos en San Lucas en los dos primeros capítulos de su Evangelio y en otros tres pasajes de su obra: dos en el Evangelio y otro al comienzo de los Hechos de los Apóstoles. En los dos primeros capítulos que llamamos Evangelio de la Infancia de San Lucas, María está en el centro de todos los episodios: protagoniza la escena de la Anunciación, la visita a su prima Isabel en Ain Karem; protagoniza el alumbramiento de Jesús en Belén; interviene con José en al Presentación del Niño al Templo; toma la palabra para expresar la angustia que Ella y José han experimentado cuando se perdió Jesús en el templo.
Según todos estos relatos, María es presentada como la destinataria del saludo y de las explicaciones del ángel, de las alabanzas de Isabel, del triple presagio de Simeón y de la primera palabra de Jesús que conservan los Evangelios, "¿no sabíais que es preciso que yo esté en las cosas de mi Padre" (Lc, 2, 49). Y San Lucas la muestra turbada y extrañada por el sentido y alcance del saludo del ángel, deseosa de conocer con exactitud lo que Ella debe hacer para ser Madre del Mesías, absolutamente obediente y sometida a lo que Dios quiere, presurosa para ayudar a Isabel cuando sabe de la proximidad de su alumbramiento, reconociendo la grandeza de los beneficios de Dios en el Magníficat, sumisa a las disposiciones de la autoridad civil el asunto del censo. En todo momento se mantiene abierta a Dios, meditativamente en acción y reflexiva en todos los acontecimientos.
El retrato de Adviento que nos ofrece San Lucas de María, presenta una doble perspectiva, según el ángulo desde el que se la contemple: por una parte, define el lugar que a la Virgen compete en el plan salvífico de Dios y por otra parte presenta su actuación como ejemplar y modelo para todos los discípulos de Cristo.
María nos advierte de que el plan salvífico de Dios es obra exclusiva de Dios. Hay que afirmar con todas las fuerzas que no nos salvamos nosotros. Nos salva Él. Y no solamente porque la iniciativa parte de Dios, sino porque lo que nos da y nos ofrece está por encima de las posibilidades de nuestra naturaleza. Aquí está una diferencia radical entre nuestra manera de ponernos en relación con Dios y otras. Mientras que en las demás el hombre limitado y finito hace esfuerzos gigantescos por acercarse a Dios, esfuerzos que están condenados al fracaso, pues la distancia que separa al hombre de Dios es infinita; en María descubrimos como es Dios quien toma la iniciativa y se abaja. Toda la historia de la salvación es la historia de un descenso de Dios al hombre que culmina en la Encarnación. Cuando en la Nochebuena por primera vez los hombres tengan que bajar los ojos para adorar y fijarlos en el Niño envuelto en pañales, ¡qué diferencia tan abismal! Solamente así es posible el encuentro del hombre con Dios. ¡Qué fuerza tiene esta realidad: Dios ha bajado para subirnos hasta Él! Si hoy preguntásemos a María qué hizo Ella para la Encarnación del Verbo, nos respondería así: «Lo que se dice hacer, no hice nada, simplemente dejé hacer a Dios, le dije sencillamente esto: "¡Hágase en mi según tu palabra!" (Lc 1, 38)».
Por otra parte María es un modelo ejemplar para los que somos discípulos de Cristo. Y esto se manifiesta de doble manera: por su fe y también por su disposición para oír la palabra de Dios y cumplirla. Siempre me ha parecido de una grandeza extraordinaria, la alabanza que Isabel tributa a la Virgen María, cuando le dice: "¡Dichosa la que ha creído que lo que ha dicho el Señor se cumplirá!". En estas palabras, hay un aplauso caluroso a la virtud de la fe en María. Pues será condición indispensable para salvarse en Cristo "creer en el que lo resucitó de entre los muertos" (Rm 4, 24). María creyó y creyó sin ver. María aceptó sin reservas de ningún tipo el plan de Dios y lo expresó de esta manera: "¡Hágase en mí según tu palabra!". La escucha de la palabra ha sido un distintivo de su vida y de sus compromisos.
En este retrato de Adviento, observad como María se convierte en Madre por su sí, al permitir que la palabra pronunciada por el ángel se haga vida en Ella por el Espíritu santo. En el propio sí se hacía visible la gracia como pregunta de Dios a la que Ella debía responder. Ahora que es Madre, su embarazo se ha convertido en el signo y la prenda de la gracia que se ha desarrollado en ella como gracia de Dios. ¡Qué belleza tiene el comprobar como entre la pregunta de Dios y la respuesta de María, no hay una evolución lenta! María no vacila ni exige tiempo para reflexionar, precisamente por eso la respuesta de Dios también es inmediata. El Espíritu cubre con su sombra en el mismo instante en que Ella se abre a Él, de tal manera que se funde la pregunta de Dios y la respuesta de María, la disponibilidad de María y la respuesta de Dios, en una unidad infinitamente fecunda. Ahora lleva al Niño en su seno. Lo lleva en su cuerpo y en su espíritu. El Niño se desarrolla corporalmente dentro de Ella y tiene necesidad de su sustancia para crecer, pero espiritualmente es más bien el Niño el que hace crecer y da forma a la Madre. ¡Qué maravilla de acciones!
En este retrato de Adviento fijad vuestra mirada en el cuadro de San Lucas en estas pinceladas:
1) Vive como María filialmente; 2) Vive como María, bajo la acción del Espíritu santo; 3) Vive desde María tu ser miembro de la Iglesia. Y ante este retrato haced estos compromisos de vida y de relación con María: rezad el santo rosario, rezad el ángelus en el mediodía, rezad el magníficat en cualquier momento del día. Nunca olvidéis a la que permitió dar rostro humano a Dios, y así nosotros, gracias a ella, podemos contemplar el rostro de Dios.
Con gran afecto y mi bendición
+ Carlos, Arzobispo de Valencia