Javier de la Torre: “La eutanasia no es una ley socialista ni progresista, sino una ley contra las personas más vulnerables”

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Javier de la Torre: “La eutanasia no es una ley socialista ni progresista, sino una ley contra las personas más vulnerables”

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Javier de la Torre: “La eutanasia no es una ley socialista ni progresista, sino una ley contra las personas más vulnerables”

Javier de la Torre es doctor en Derecho y licenciado en Filosofía y Teología moral. Es presidente del Comité de Ética y director del Departamento de Teología Moral y Praxis de la Vida Cristiana de la Universidad Pontificia Comillas y director de la Revista Iberoamericana de Bioética. 

Muchas gracias, Javier, por participar en la Jornada Autonomía y Libertad: Límites Bioéticos, organizada por el Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia. 

Una primera conclusión que se extrae de su conferencia es que hay un deber prioritario de proporcionar unos cuidados paliativos de calidad que no alcanzan a todos y, sin embargo, se ha aprobado la eutanasia. ¿Es un contrasentido jurídico? 

No ha sido la mejor decisión aprobar una ley de eutanasia cuando cada día mueren en España 80.000 personas con dolor y sin unos buenos cuidados paliativos. No podemos mirar a otro lado. España no tiene unos buenos cuidados paliativos todavía si nos comparamos con los índices europeos. Así, hablar de libertad y de autonomía en estos temas cuando no se tiene una accesibilidad a unos cuidados paliativos de calidad y a una formación de calidad en los mismos, me parece, lógicamente, un contrasentido.  

Escribió su libro La eutanasia y el final de la vida antes de que se aprobara la ley de la eutanasia en España y ya entonces planteó posibles consecuencias de esta práctica tanto para los más vulnerables de la sociedad como para la profesión médica. ¿Se han cumplido? 

Lo que se ha cumplido en España claramente es que un colectivo importante de médicos está empezando a practicar la eutanasia y tenemos los datos. No son tan numerosos como en otros países, pero la ley se está empezando a aplicar en contextos hospitalarios y en contextos de domicilio sin un debate serio, profundo y sosegado sobre estos temas entre el colectivo médico. La ley impone a los médicos un servicio, una prestación dentro del servicio público de salud, pero hubiera requerido un debate social más sereno, más tranquilo, teniendo en cuenta las distintas sociedades médicas y a la organización médica colegial.  

Lo que dice la ley en la exposición de motivos es que debe garantizarse una decisión absolutamente libre. La cuestión es si los deseos de morir son verdaderamente autónomos en la mayoría de los casos en los que se aplica. 

No lo es en muchos casos. Cuando salimos de España y vemos la práctica de la eutanasia en los pocos países donde está aprobada, muchos de los motivos por los cuales las personas solicitan la eutanasia es porque se sienten una carga social, económica o familiar. En los Estados de Oregón y de Washington es prácticamente el 50 por ciento de los casos, en Canadá un 36 por ciento.   

Entonces, ¿qué hay detrás de un deseo pedir la eutanasia, de un “deseo morir”? ¿No es más bien un “deseo que me ayuden”? En verdad, están diciendo “no deseo ser una carga para la sociedad”, “deseo vivir de otra manera”, “deseo vivir y morir con otro tipo de circunstancias”. Si verdaderamente eres una carga, la sociedad admite tu solicitud, pero la sociedad, ante ese sentimiento de carga, debería prestar apoyos sociales y económicos. 

Entonces, detrás de muchas peticiones de eutanasia, ¿hay un drama de vulnerabilidad y no una decisión autónoma? 

Así es. ¿Cómo no va a querer morirse, por poner algún ejemplo, alguien que se ha quedado viuda, le han diagnosticado cáncer, sus hijos no le visitan y vive en un quinto piso sin ascensor y no se puede mover? ¿Qué es lo que tiene que hacer la sociedad? Si cambias esa circunstancia, probablemente cambie el deseo de morir porque detrás del deseo de morir hay muchas veces un “deseo que mi vida sea de otra manera”, “deseo no vivir en este aislamiento”.  

En este sentido, ¿la ley va a agravar esta crisis social? 

Es una grieta más, una herida más en un cuerpo frágil. Después de la pandemia todos estamos debilitados, cansados, y esta ley no ayuda a despertar el cuerpo social, todo lo contrario, nos hace más vulnerables. No es una ley social, y, si me lo permite, tampoco es una ley socialista ni progresista: es una ley que va contra la mayoría de las personas vulnerables.  

Le pongo un ejemplo: en Canadá había unas personas con una enfermedad grave que requería simplemente para su tratamiento una vivienda con mejor ventilación y vivía también una situación de precariedad laboral y económica. Solicitó al Gobierno canadiense la eutanasia ¿por qué? Porque después de pedirle continuamente una vivienda para poder vivir dignamente, no se la concedían. ¿Qué tiene que hacer una sociedad? Afrontar reformas sociales y económicas antes de plantear la eutanasia como un derecho.  

Esta ley va en contra de los más a los vulnerables. Muchas personas que solicitan la eutanasia también están en una situación de depresión: el 70 por ciento de las eutanasias del mundo son por causa del cáncer, cuando en los casos de cáncer terminal -más del 50 por ciento, por ejemplo, en Holanda- tiene una depresión profunda. ¿Hay que dejar morir a una persona en esta situación de depresión o tenemos que afrontar con recursos psicológicos, psiquiátricos, sociales y económicos ayudas al final de la vida de personas con cáncer? ¿En una situación de depresión, una persona con cáncer es autónoma a la hora de decidir morir?  

Con todo, aprobada la ley y extendida su legitimidad entre la conciencia social, ¿se puede hacer algo? 

Creo que hay batallar por cambiar esta ley. Lo primero que tengo que decir que hay muy pocas leyes sobre eutanasia en todo el mundo. Se nos vende por activa y por pasiva que esto es la avanzadilla de la historia… pero aquí estamos en el comienzo de una batalla que está abierta. No me gusta hablar con metáforas guerreras, pero aquí la decisión es de los pueblos, y esta ley no es un avance de la civilización ni progreso. Por eso deberíamos intentar derogarla junto con un extremado y exquisito cuidado de las personas al final de la vida.  

Lo que queremos, en el fondo, es que nuestros Estados sean Estados sociales y democráticos de derecho, y que las personas, y una sociedad se mide por cómo cuida a los más vulnerables y cómo cuida a las personas al final de la vida. Hay que buscar de forma inteligente para derogar esta ley, para cuidar mejor el final de la vida, y para que nuestros conciudadanos no mueran sintiéndose solos y aislados, sino desde la cercanía, el acompañamiento y una atención sanitaria de la mayor calidad posible. 

 

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