Laudatio de Adolfo Suárez en el acto de su investidura como doctor honoris causa. Por el Cardenal Arzobispo de Valencia Antonio Cañizares

Laudatio de Adolfo Suárez en el acto de su investidura como doctor honoris causa. Por el Cardenal Arzobispo de Valencia Antonio Cañizares

Noticia publicada el

Laudatio de Adolfo Suárez en el acto de su investidura como doctor honoris causa. Por el Cardenal Arzobispo de Valencia Antonio Cañizares

Muy queridos amigos, Adolfo Suárez Illana y señora, Dª Isabel, Excmo. Sr. Rector Magnífico de la Universidad Católica “San Vicente Mártir”, de Valencia, muy estimadas autoridades eclesiásticas, civiles, académicas, militares; Claustro de Profesores, Alumnos, señoras y señores:

Por unanimidad de los miembros del Patronato de la Fundación San Vicente Mártir de esta Universidad Católica se adoptó el acuerdo de otorgar a título póstumo el título de Doctor “Honoris causa”, a D. ADOLFO SUÁREZ GONZÁLEZ, por la Facultad de Derecho de esta Universidad, que recogerá su hijo, D. Adolfo Suárez Illana. Hoy, con toda certeza, es un gran día para las comunidades universitarias, especialmente para la comunidad de esta Universidad.

Pueden ustedes imaginar la emoción, agradecimiento y gozo que me embargan en estos momentos, como amigo de D. Adolfo y como Canciller de esta Universidad, al dar cumplimiento real y efectivo a este acuerdo y presidir este acto de homenaje y reconocimiento –era una deuda que teníamos- a D. Adolfo Suárez González y loar su personalidad tan rica y ejemplar para una Universidad, para esta Universidad Católica, sin cuya actuación tan decisiva no existiría, como tampoco existiría el conjunto de Universidades Católicas, creadas y aprobadas en las postrimerías del siglo anterior. Este gozoso acto ocurre precisamente en el quadragésimo año de la Constitución en la que le corresponde tanto a D. Adolfo Suárez. Este homenaje a D. Adolfo, es también homenaje y adhesión de esta Universidad a la Constitución que él impulsó

Me ha correspondido a mí, Gran Canciller de la Universidad y Presidente del Patronato, rompiendo el protocolo habitual en estos actos, hacer la Laudatio del doctorando y concediendo lo que el Patronato acordó y solicitó en su día. Para mí representa  un grandísimo honor, responsabilidad y una ocasión gratísima el cumplir con este encargo-deber, en el que se mezclan tantísimos sentimientos, muy gratos, con los que expresaré sobriamente no sólo mi admiración propia ante los méritos patentes de D. Adolfo Suárez González que lo acreditan para tal título de honor, aunque desgraciadamente sean a título póstumo, porque son la verdad objetiva de una personalidad tan egregia como la suya a la que debemos todos los españoles nuestro homenaje y reconocimiento, nuestra gratitud más honda singularmente por su grandísimo y generoso servicio, estimulante y sacrificado servicio,  a toda España como Presidente del Gobierno.

D. Adolfo, es un abulense de pro, natural de Cebreros, por eso se ha escogido este día de Santa Teresa, de la que era un fiel devoto y admirador, para este acto de investidura; fíjense la veneración que tenía hacia la Santa de Ávila, que fue él mismo quien me indicó que el decreto de erección de la Universidad Católica Santa Teresa de Ávila, se firmase en la fecha de 24 de agosto, fiesta de san Bartolomé, para hacerla coincidir con la primera fundación del Carmelo Descalzo Teresiano, el convento de san José, porque se había puesto la Universidad bajo el patronazgo de santa Teresa, y aquella Universidad podía ser considerada como una Fundación de la Santa; y por ello, me señalaba, “saldrá adelante, como todas sus fundaciones, pero no exenta de dificultades como sus Fundaciones”. D. Adolfo fue un hombre de una gran personalidad, fuerte y recia como la piedra berroqueña de Ávila, pero de una dulzura y amabilidad poco comunes; una persona sencilla, de trato cordial inigualable, no fingido ni estudiado, de grandeza de espíritu y bonhomía, de gran altura y humildad, que es caminar en verdad en expresión de la Santa, y de una calidad humana y cristiana como pocos he conocido. Cuando le propuse el nombramiento de Vice-Canciller de la Universidad Católica de Ávila, en un gesto que le honra y manifiesta su reciedumbre y cristianía, su humildad y generosidad habiendo sido, ¡nada menos! que Presidente del Gobierno de España, me dijo: “Acepto, honrado. Por esta Universidad de Santa Teresa haré lo que sea, lo que sea necesario, lo que me pidas, aunque sea pegar sellos”; y bien que lo hizo, doy fe de ello, pues sin él no hubiera sido posible aquella Universidad ni tampoco otras Universidades Católicas. Decía textualmente aquel nombramiento, que leo : “Habida cuenta  de su recia fe cristiana probada a lo largo de su vida  y de su gran amor a la Iglesia, de su admirada ejemplaridad moral y de sus hondos valores humanos reconocidos socialmente, de su admirada dedicación  a su familia, de su constante entrega al servicio del hombre y de las grandes causas de la humanidad en general y de la sociedad española en particular, de su interés por el desarrollo de los pueblos, de su sensibilidad hacia las cuestiones universitarias y de la promoción de la cultura, de su reconocida labor y de su nunca suficientemente ponderado servicio a España como Presidente del Gobierno de la Nación, ante el apoyo tan decidido y pleno que desde el primer momento ha prestado al proyecto de creación de la Universidad Católica de Ávila, y considerando su amor manifiesto a esta tierra natal suya, por la que siempre se ha esforzado, venimos en nombrar y nombramos Vice- Canciller a D…”. Éste es D. Adolfo Suárez.

Siendo Vice-Canciller de la Universidad Católica de Ávila, D. Adolfo, libre como los pájaros tal cual era y a cuyo alrededor todos nos sentíamos libres, recibió el Premio “Príncipe de Asturias” para la Concordia; recuerdo con qué sencillez nos comunicó la concesión de este Premio, antes de hacerse público, a los miembros del Patronato reunidos en una de sus reuniones habituales; con inmenso gozo por parte de todos recibimos su comunicación no pública todavía, porque se reconocía en él, con toda verdad, a un hombre de concordia y libertad, un hombre de paz, que trabajó por la paz, la reconciliación,  la unidad, el diálogo y el entendimiento de todos los españoles, que, además, mantenía la memoria de lo que pasó –que es mejor olvidar- y por eso se entregó a la causa de la reconciliación y unidad entre todos, que es el mejor modo de servir a la memoria y su fundamento: servir a la causa del hombre, lo más noble y sagrado.

Fue un hombre, como dije antes, de profunda y arraigada fe cristiana. Así, y por eso, fue el Presidente del Gobierno de la Concordia que se volcó en la Constitución de la Concordia. Esto, el ser cristiano, no quedaba en la esfera de lo privado, sino que, como él mismo me decía, "pienso en cristiano y así trato de actuar en cristiano en la vida pública", y así fue, de verdad el Presidente de todos y para todos. Es esto mismo lo que está llamada a ser una Universidad Católica: ayudar a pensar en cristiano, actuar en la vida pública como cristiano sin ocultarlo ni ponerlo entre paréntesis, superar el foso inexplicable entre la fe y la razón, atreverse a impregnar la cultura y la sociedad con el humanismo verdadero que esto entraña,  ser capaz de dialogar y colaborar con todos. Así Católica y de Falange; normal. Un día, D. Adolfo, joven y líder de la Acción Católica diocesana de los jóvenes de Ávila, tuvo  una charla-conferencia en la que exponía su visión sobre los jóvenes y lo que cabría y debería hacerse con los jóvenes, sin duda  muy distinta a la de los de la Falange; al final de la conferencia se le acercaron dos policías de los de la Brigada policía-social, de paisano, y lo llevaron al gobierno civil, ante el Gobernador, a la sazón, el Sr. Herrero Tejedor; él se esperaba lo peor; el Sr. Gobernador le preguntó si estaba dispuesto a poner en práctica lo que acababa de decir en su conferencia-"miting"; el joven Adolfo le contestó: "por supuesto que sí". Entonces le repuso el Sr. Herrero Tejedor: "Acompáñeme". "Ahora sí que, pensaba aquel joven de Acción Católica, se me ha caído el pelo". Y su sorpresa fue que le acompañó a un despacho del Gobierno Civil y le dijo: "A partir de mañana este será su despacho para llevar adelante lo que ha dicho". Ahí y así comenzó la carrera política de D.  Adolfo Suárez González que tanto ha significado y significa providencialmente para España, la de su momento y la de ahora.

Fue un político primordialmente –no un profesor ni un hombre de ciencia- que tuvo una visión política y un hacer política en la que siempre ha estado, estuvo, presente su preocupación por el hombre, por el bien común, por la atención a las clases más necesitadas, por los derechos y las libertades, por la justicia y por el entendimiento entre todos, y la superación de los conflictos y de las enemistades y enfrentamientos   sobre la base de unos principios irrenunciables que tenían que ver con el derecho y con nuestras raíces históricas e identitarias de nuestro pueblo, de España. Con sencillez y con respeto pleno a las convicciones ajenas y afirmando sin ambigüedades y reclamando respeto para las propias, convencido de que es posible y necesario el entendimiento ha actuado, actuó, en el campo de la política y de la transición política, cuya ejemplaridad en buena parte a él se le debe. Gracias a este hombre, un político de raza y de principios sólidos, se pudo llevar a cabo la transición, cuyo gozne es la Constitución Española de la que disponemos y gozamos, los pactos de la Moncloa, la restitución de la democracia, la legalización de partidos políticos, por ejemplo la necesaria pero arriesgada legalización del Partido Comunista de Carrillo, la firma de los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español que sustituían al Concordato de 1953, y un largo etcétera que lo acreditan como un hombre singular que merece todos los reconocimientos por parte de todos: lo mismo que él no excluyó a nadie y nos ofreció una  gran lección que nunca deberíamos olvidar y sí  aprender y ejercitar día tras día. Con él fue posible la paz, fue posible la concordia, que vale más que toda la ciencia política, porque esa es la verdadera sabiduría política, sobre todo en momentos tan cruciales como difíciles en los que él supo actuar desde la verdad que nos hace libres.

Es verdad que no estuvo solo y que junto a él habríamos de mencionar en justicia a cuantos hicieron posible con él –muchos, sin duda- aquella transición y aquel espíritu de la transición, que tanto necesitamos en los momentos actuales. Con él estuvieron, en primer lugar el Rey Juan Carlos I, al que secundó tan admirablemente; y tantos otros, cuyos nombres todos conservamos en nuestras mentes y memoria. D. Adolfo se rodeó de gente, de colaboradores, -no todos leales que le hicieron sufrir- y que ayudaron a que aquella “España perdida” –expresión de D. Julián Marías, su grande, leal y fiel amigo, referida a otras épocas de nuestra historia- pasase a ser la España floreciente y con un proyecto común y de futuro que es la promesa, propia de su legado, que hemos de construir y llevar a cabo o cumplir entre todos. Era célebre aquella expresión tan suya: “Puedo prometer y prometo”. Pues también ahora recibimos este legado suyo y la promesa que nos legó, tan ilusionante, que merece un “Doctorado Honoris Causa” por la Facultad de Derecho de esta Universidad que entiende el Derecho con mayúsculas, como lo entendió D. Adolfo Suárez González, no en un sentido positivista restrictivo y en el marco de una cultura relativista, sino en el de la verdad, la verdad de la persona, del hombre, inseparable de su Creador y Redentor, porque D. Adolfo fue un hombre de la Verdad en el que no había engaño ni falsedad, ni cabía doblez, como Jesús dijo en el Evangelio de aquel discípulo, Natanael. No podemos olvidar ni dejar de lado que en todo le animaba una fe, y que sin esa fe no se entiende nada de lo que es D. Adolfo Suárez González, ex-Presidente del Gobierno de España, padre de la Constitución Española de la unidad y la reconciliación, gestor y artífice de una España nueva, hombre de esperanza  que confió en España, una España unida capaz de entenderse entre sus gentes y pueblos, tan diversos, diferentes y plurales, que es casa común para todos los que poblamos este pedazo de tierra sin perder su memoria ni sus raíces que la sustentan, como le sustentaron a él, al que visitó con tanta fuerza el sufrimiento y la cruz que llevó y soportó tan admirablemente, aunque le dañasen en sus últimos días su cerebro. Un hombre libre que verdaderamente entregó su vida por los demás con toda sencillez y que posibilitó que a su alrededor todos nos sintiéramos libres, como ocurría y se palpaba en su trato cercano.

La Universidad Católica San Vicente Mártir se siente muy honrada por este Doctorado “Honoris causa” de D. Adolfo Suárez González; tener entre sus doctores a una persona como él es una gracia y un honor para nuestra aún pequeña y joven Universidad. Por ello, porque necesitamos profundizar en la espléndida tesis doctoral de su vida, de su actuar de su enseñanza y de su mensaje, comunico a toda la Comunidad Universitaria que desde ahora, a partir de ahora, nuestra Universidad lo nombra Catedrático Honorario a perpetuidad, para que alumnos, profesores, personal de servicios, capellanes, toda la Universidad reciban de él su enseñanza, su trato y su “secreto” para contribuir en la edificación de una España nueva, en un nuevo estilo de vivir, una humanidad nueva hecha de hombres y mujeres nuevos que nos legó, con su testimonio  que es la mejor tesis doctoral y la mejor de las enseñanzas y lecciones, tan necesarias, que nos ofrece a ésta y a toda Universidad D. Adolfo Suárez González: Su gran tesis sin duda queda grabada en aquel epitafio sobre su tumba, que hemos de proseguir, como lección viva y permanente, presididos por él, por D. Adolfo Suárez González: “FUE POSIBLE LA CONCORDIA”, como también aquel legado suyo: “Hay que devolver a nuestro pueblo la palabra si queremos que tenga futuro”.

¡Gracias Universidad Católica San Vicente Mártir de Valencia, enhorabuena y felicidades por este nuevo Doctor!.

Querido amigo, Adolfo, junior, y familia, enhorabuena y os deseo lo mejor, lo que él prometía con su vida de entrega, de servicio, de libertad en la verdad, de recia y arraigada cristiandad, Él además, como sois testigos principales su querida familia, rezaba, y rezaba de verdad y mucho, que él rece por nosotros desde el cielo, donde esperamos haya obtenido el mejor y más grande y valioso doctorado, un doctorado que supera con mucho al  que hoy le otorgamos, junto con el nombramiento de Catedrático Honorario a perpetuidad de esta humilde y joven Universidad que a él, sin duda, le debe su existencia.

Noticia anterior_ Un manual recoge las claves para elaborar un trabajo académico en el ámbito de la educación
Noticia siguiente Suárez, doctor «honoris causa» (Cardenal Arzobispo Antonio Cañizares, La Razón)

Calendario

«abril de 2024»
lu.ma.mi.ju.vi.sá.do.
25262728293031
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
293012345

Opinión