Pensando sobre la actualidad, ha llegado el Adviento (Carola Minguet, Religión Confidencial)

Pensando sobre la actualidad, ha llegado el Adviento (Carola Minguet, Religión Confidencial)

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Esta semana había pensado escribir sobre la polémica por las palabras de Clara Toscano sobre la ministra de Igualdad, que ponen de relieve la tendencia, inquietante, de que las relaciones políticas sean relaciones de rivalidad mimética, donde los representantes de distintos partidos se tornan enemigos que imitan los gestos del otro. Decía René Girard que “nunca una sociedad se ha preocupado tanto por las víctimas como la nuestra. Y aunque sólo se trata de una gran comedia, el fenómeno carece de precedentes”. Ciertamente, como me comentaba un amigo, lo que ha ocurrido en el Parlamento tiene un cierto tufillo teatral, en un sentido negativo. No de ese gran teatro del mundo calderoniano que revela la condición dramática de la existencia, sino de la farsa bochornosa (diseñada en los platós de televisión y crecida en las redes sociales) en la que sólo aquellos con una clave hermenéutica adecuada pueden ver lo que tal farsa trata de ocultar. Atacar primero como ha hecho Toscano, además de ser una falta de respeto grosera y burda, le ha permitido a Irene Montero legitimarse como víctima. 

Otra opción era comentar el encuentro entre los obispos alemanes y los cardenales responsables de distintos dicasterios de la Curia romana que ha tenido lugar la semana pasada. El comunicado conjunto deja claro que muchos de los pronunciamientos del Sínodo alemán se reciben con preocupación en Roma, y no es para menos. No se puede jugar a las bagatelas con exigencias que son dogmáticas en la mayoría de los casos y que forman parte de la tradición de la Iglesia. Pero quizás lo que conviene a los fieles hacer ante esta grave situación, como recomienda otro amigo, sea esperar y rezar por el papa y por la unidad de la Iglesia. 

Ciertamente, los temas planteados inducen a la desesperanza. Los mismos intentos de legislar la violencia en la sexualidad, que suscitó la bronca entre las parlamentarias, dan cuenta de lo vivo que está este problema. Por su parte, la crisis en Alemania hace presente que para debilitar a la Iglesia basta dejar que se cuelen las ideologías, los falsos profetas y los falsos maestros, que acampan a sus anchas. Nuestra lucha no es contra la carne ni la sangre. Sin embargo, hay algo más allá de una vorágine social desnortada y una amenaza de cisma en la Iglesia: el Adviento que se inaugura. 

«Algunos dicen que cuando se acerca el tiempo en que se celebra el nacimiento de nuestro Redentor, el pájaro del alba canta toda la noche; y que entonces ningún espíritu se atreve a salir de su morada, las noches son saludables, ningún planeta influye siniestramente, ningún maleficio produce efecto, ni las hechiceras tienen poder para sus encantamientos. ¡Tan sagrados son y tan felices aquellos días!» escribe William Shakespeare en Hamlet. 

No se confunda el lector. No es una invitación a la ingenuidad, tampoco a cerrar los ojos. El Adviento no va de eso. Se trata más bien de aprender a esperar a Jesucristo, que ha venido, viene y vendrá, sabiendo que es más fuerte que los espíritus y hechiceras de los que advierte el escritor inglés. Parece contradictorio, pero no lo es: animémonos unos a otros en la batalla. Es cruenta, pero está vencida. 

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