La difícil conciliación (Mar Aranda, Las Provincias)

La difícil conciliación (Mar Aranda, Las Provincias)

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La propuesta de un pacto político y social para que la jornada laboral en España termine, con carácter general, a las seis de la tarde, presentada por la ministra de Empleo Fátima Báñez ante la Comisión de Empleo del Congreso, ha reabierto una vez más el debate en nuestro país sobre cómo hacer efectiva la conciliación de la vida laboral con la personal y familiar. Para favorecer la implantación de esta medida, el Gobierno propone estudiar la posibilidad de cambiar el huso horario en España que se mantiene en los mismos términos que tras el fin de la segunda Guerra Mundial.
 
El debate es el de siempre, los protagonistas los mismos y los posicionamientos poco han cambiado. Lo único que varía es el discurso, en función del lado de la balanza en el que cada uno se encuentre.
 
Y es que resulta innegable que los trabajadores con obligaciones familiares a su cargo tienen graves dificultades para desarrollarlas con asiduidad si terminan su jornada laboral a las ocho o las nueve de la noche. Es por ello que tienen que recurrir a personal contratado, familiares –especialmente a los abuelos- o a las múltiples actividades extraescolares en el caso de los trabajadores con hijos a cargo o con personas dependientes.
 
En nuestro país, el 40 por ciento de los trabajadores realizan jornada partida, teniendo un descanso a mediodía de entre dos y tres horas –de media- que tratan de aprovechar en función de sus gustos o posibilidades. El argumento de la siesta está cada vez más en desuso y carente de sentido, ya que muchos trabajadores utilizan la pausa de la comida para ir a casa, a comprar, al gimnasio o a realizar cualquier otra gestión que necesiten.
 
Optar por soluciones como aumentar las jornadas continuas con un breve descanso para comer, la flexibilidad horaria, el teletrabajo o el banco de horas haría posible que hijos y padres pudieran ejercer como tales además de liberar a los abuelos de la obligación diaria de atender a sus nietos y disfrutar de una más que merecida jubilación.
 
Además, resulta probado que las medidas que favorecen la racionalización de los horarios redundan en un mayor beneficio para las empresas que las practican. Así, por ejemplo, Iberdrola que fue la primera empresa del Ibex35 que optó por la jornada flexible, obtuvo en su primer ejercicio tras llevarla a la práctica un menor índice de absentismo laboral, acompañado de una mayor productividad, además de un menor coste de los suministros, especialmente en la electricidad. Por lo que no sólo se favorece al trabajador -a su estado de salud y de ánimo- y por ende a su familia, sino que se convierte en un activo más rentable y productivo. Y es que las horas de producción en España no son más que la de otros países europeos como Francia o Reino Unido; lo que nos distingue es la forma de gestionar el tiempo.
 
Desde el punto de vista de la patronal, la dificultad estriba en que en España el gran sector que contribuye a la creación y mantenimiento de puestos de trabajo es el sector servicios, fundamentalmente el comercio y la hostelería, que encuentran en las horas de salida del trabajo y en los fines de semana su máxima oportunidad de negocio.
 
A esta dificultad hay que sumar la importante competencia aportada por las empresas que, haciendo uso de las tecnologías, ofrecen al usuario o consumidor una oferta de servicios sin restricción alguna de horario. ¿Cómo compiten con ellas los negocios tradicionales? Ampliando sin parar los horarios de apertura al público, lo que, consecuentemente, redunda en jornadas cada vez más largas y menos conciliadoras de sus empleados. Se crea así una viciada dinámica de retroalimentación de complicada solución.
 
Los que más dificultades tienen para adoptar medidas de conciliación y racionalización de horarios son los que tienen, casi siempre, las dificultades en todo: autónomos, pymes y pequeños establecimientos tradicionales. Es decir, aquellos que, más allá de sus deseos, no pueden permitirse amplias plantillas susceptibles de realizar turnos rotativos para cubrir el extenso horario que les marca la competencia.
 
Y no deja de sorprender que los políticos incurran en cierta incongruencia cuando, por un lado,  incluyen en sus programas electorales medidas de conciliación entre la vida laboral y la familiar y, por otro, mantienen o incluso fomentan la libertad horaria de los comercios, que no hace más que dificultar aún más el escenario del sector del comercio en España y precarizarlo. Y es que, al final, tan sólo se trata de propuestas de mayor o menor consenso político que responden a compromisos adquiridos, y trasladan a los distintos agentes sociales la resolución de un binomio casi antagónico difícil de conciliar.

Mar Aranda Jurado, jefa del servicio de Ordenación Académica y Profesorado y profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Valencia.

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